DESDE LA TERRAZA
14 de septiembre de 2024
JOAQUÍN ALBAICÍN
Fotos de @ Andrés Lope
Foto de portada: Salomé Pavón en la Terraza del Teatro López de Ayala. Foto de @ Andrés Lope
En la misma fecha en que toda la gran familia hindú celebraba la festividad del dios Ganesha, hijo de Shiva y Parvati, el flamenco se vestía de Victorio & Lucchino en la terraza del Teatro López de Ayala de Badajoz y en la figura de Salomé Pavón. Bajo buenos auspicios, por tanto. Además, la del López -como aquí le dicen- es una señora terraza. Instalada en el ático del edificio, abierta a unas horas en que como mucho el Fantasma de la Ópera deambula por los corredores de las demás plantas y frente al antiguo Hospital de la Caridad al que las grandes voces gitanas extremeñas cantaron por tangos, los hay que aún recuerdan que sus padres bailaron sobre su pavimento y a la luz de las estrellas al son de un Antonio Machín en estado de gracia y al frente de su orquesta.
Recién regresada de la Pamplona On Fire al igual que su guitarrista, Jerónimo Maya, y que Alejandro Vega y La Kaíta, que tomaban asiento entre el público junto al compositor y director sinfónico Francisco Suárez -de rojo y plata- y aficionados como Paco Zambrano, Lolo Iglesias, Quique Herrera, Amalia Rojo, Manuela Salazar, Antonio Vega, la pintora Paloma Albarrán -que expone pronto en Badajoz- o Javier Rodríguez Viñuelas y Chema Risko, recientes triunfadores en el estreno en Bienvenida de Los miserables, de Víctor Hugo, ofreció Salomé Pavón un recital inspirado por el anhelo de invitarnos a recorrer los rincones del legado cantaor de su familia tanto paterna como materna, un óleo siempre fresco y con esa vitalidad inherente a todo lo añejo sin fecha de caducidad.
Así que, mientras Suni Williams y Barry Butch Wilmore seguían poco menos que atrapados en la Estación Espacial Internacional y la nave de Boeing avanzaba sin ellos hacia nuestro planeta, Salomé Pavón y sus músicos se embarcaban en su propia Starliner. Ella, como decía, de encarnado Victorio & Lucchino para la siguiriya, las alegrías y la zambra, de mantón para la soleá y los fandangos y de pedrería para bordar las bulerías y tangos, asimismo muy elegantes todos los componentes del elenco, procedieron a guiarnos y estremecernos en todas y cada una de las escalas de un crucero por los palos fundamentales en que se dividen los naipes hondos sin dejar a resguardo ni una pepita del áureo fulgor latente en la veta de este arte.
Eco centelleante y mineral, valentísima en los altos no a fin de agredir, sino de pulir y enaltecer la herencia del cante, redondeando con sabor en los dibujos con impronta de Manuel Ortega Juárez y en las alegrías a lo Pastora, se acordó del Marrurro y Camarón -¡campanas del alba!- en las siguiriyas de apertura de la gala, de Caracol por fandangos y de La Serneta y sus tíos Pastora y Tomás -e incluso, cabal acierto, de Las Grecas– al abordar la encendida y templada soleá por bulerías. Los tangos fueron, por la enjundia y el colorido rítmico en ellos desplegados, uno de los platos fuertes de un menú sabroso de verdad. En el capítulo por bulerías volvió a conmover y arrancar los olés evocando los sones de Jerez y, a su personal sentir, a La Susi pasando por La Marelu en un mosaico pincelado por el imán del duende.
Un solo por bulerías de Ostalinda Suárez vino a recordarnos con sumo empaque todo cuanto el flamenco alberga de distinción y virtuosismo. La Llorona, eternamente asociada a Lola Beltrán y Chabuca Granda, fue recreada en tiempo de bulería lenta por un Tente Saavedra que saca enorme partido a su garganta a base de una personalidad y carisma ya intuidos durante la prueba de sonido mientras se templaba por soleá. Daniel Castro anduvo junto a él en los coros y en pasajes escogidos con ese eco privilegiado que parece aventar, en sus invocaciones, esquirlas de fragua. Y tres falsetas de Ostalinda a la flauta, Rosa Escobar a la viola y Esther Rodríguez Viñuelas al clarinete, como encarnando a las Tres Marías de la constelación de Orión que subieron por soleá -por tangos esta vez- al castillo de Alcalá, aportaron exquisito jugo de trufa extra al especiado guiso.
En la intervención en solitario por bulerías de Jerónimo Maya, secundado por la percusión de un Pakito Suárez El Aspirina que está deslumbrando al Rincón del Sur, se coaligaron dos músicos de categoría suprema. Reciente triunfador en California y el On Fire y en trance de salir hacia las Galias, pues está anunciado en el festival de Le Sable D´olonne, se mostró Jerónimo Maya como ese guitarrista que exuda duende a raudales y en quien no sólo como tocaor para el cante, sino en su calidad de concertista, resultan patentes unos recursos y registros casi diría uno que sin parangón en el actual momento de la escena flamenca.
Celebramos, pues, un flamenco enduendado, sin subterfugios y sin desalar, lo que, en un tiempo en que en las bodas principescas los invitados han de pagar las copas, se convendrá en que no es poca cosa. Se disfrutó, además, de un luxuario y prolongado fin de fiesta en el que destacó sobremanera la espontánea intervención de Ana Montaño con cuatro letras por tangos de verdadero sentimiento e impagable solera. Así que la Starliner se vino de vacío, mas -gracias a Salomé Pavón y los suyos y a este espectáculo que ha de verse en otros escenarios extremeños- no nosotros, deleitados una noche más con el por siempre subyugante y, de natural, enigmático sortilegio del flamenco.