LA SOMBRA DE METRÓPOLIS
4 de febrero de 2024
Era cuadrúmano pero no sabía manejar el compás, pedalear en bicicleta o colocarse con eficacia el preservativo…
Frank G. Rubio
Este libro de gran formato y profusamente ilustrado, hará las delicias tanto de nostálgicos como de aficionados al cine fantástico. De lectura obligada por su erudición exhaustiva y su estilo, eficaz y sintético, será de consulta imprescindible para cinéfilos exigentes interesados en conocer la trastienda y la mecánica del viejo Hollywood. Describe, y analiza en profundidad, la filmografía y las fuentes literarias relacionadas con este mito moderno que tiene como protagonista un simio gigantesco. La “octava maravilla del mundo”, como reza la publicidad de la película originaria, galardón que comparte con El Escorial. Ocho es para infinito…
Jesús Palacios, que acaba de ofrecernos una nueva edición ampliada de su Satán en Hollywood (Valdemar), nos cuenta en este excelente trabajo todo lo que podríamos querer saber, y muchas veces no nos atrevemos a preguntar, sobre esta gran producción de 1933. Un año interesante, por cierto. Dirigida por Merian Cooper (1893-1973) y Ernest Shoedsack (1893-1979), dos caballeros que participaron en ambas guerras, de cuyas hazañas creativas y humanas nos informa el autor con detalle y a los que visualizo montados en un mismo caballo como a los templarios, dieron origen, mediante un trabajo ímprobo, a una fantasía inédita que colocó en el firmamento de la leyenda una peculiar estrella de tamaño gigantesco que proyectaría su sombra bastante más allá de la década esplendorosa en que tuvo origen. El rodaje de su película seminal duró ocho meses. Como recalca el autor del libro:
Kong no existe fuera de la pantalla…Es un sueño, una pesadilla hecha realidad por los efectos especiales. Un muñeco articulado, modelado y animado por el genial Willis O’Brien mago de la “stop motion”.
Incansable y minucioso como siempre Palacios rastrea los orígenes del mito, sus precedentes fílmicos, literarios, plásticos incluso… haciendo hincapié en su colosal y monstruoso personaje en un capitulo fascinante: De gorilas en la niebla y mundos perdidos.
Jonathan Swift, Edgar Alan Poe, Emmanuel Fremiet (por encima de todos) y Conan Doyle, entre otros, darán cuenta de los orígenes y contexto del mito que contiene a esta criatura que por lo demás, como descubrirá el lector, anda emparentada metafóricamente con la criatura de Mary Shelley (1797-1851). El capitulo es fascinante y no es cuestión de reventar su lectura, salvo para nombrar algunos de sus más atractivos referentes.
El libro puede leerse perfectamente, de cabo a rabo, como lo que es: una narración trepidante sobre el viejo Hollywood, no en vano calificado de “fabrica de sueños”, tratado en gran medida como repositorio y refugio de mitologías ancestrales. Todo ello en un entorno materialista y demente, eso que llamamos “contexto histórico”, como lo fue en gran medida parte del siglo XX y continúa siéndolo, más aun si cabe, el XXI.
Nos obligamos antes de continuar a introducir una cuña sobre las connotaciones simbólicas, arquetípicas, del mono, gorila, orangután…como queramos llamarlo, con el filtro darwinista, teosófico o de leyenda que optemos utilizar. Porque hijos de Dios lo somos todos, incluso las moscas y su Señor, y bueno es alumbrar el oscuro camino que nos lleva, tras una travesía marítima por los mares que recorrió Simbad, hasta los selváticos senderos de la Isla Calavera. Uno de esos mundos perdidos, «preservados» como diría Augusto Uribe, que implica un elemento esencial en toda esta historia. Como lo es, por otro lado, la atracción de la Bestia por la Bella. Lo antediluviano en el imaginario colectivo no volvería a ser el mismo tras esta película.
Para Juan Eduardo Cirlot (1916-1973), de quien versiono y pervierto libremente su entrada “mono”, contenida en su Diccionario de símbolos, destaca: “los simios remiten a la sombra y a la actividad inconsciente. Como toda potencia de este signo pueden resultar un peligro pero también una ayuda con la que no se contaba. El mono en la cultura china forma parte del zodiaco y es un ente, como el Hanuman hindú añado yo, muchas veces de carácter protector y vinculado a duendes y brujas”.
El libro se ocupa de manera detenida de las continuaciones de King Kong (1933-?), no sólo en formato fílmico, también televisivo, que con mayor o menor fortuna llegan hasta nuestros días. También de sus antecedentes y consecuencias, pues Kong es origen del entrañable género “kaiju” nipón. Sin Kong no existiría Godzilla.
Desde El hijo de Kong ( Ernest Shoedsack, 1933) hasta la patética superproducción de Peter Jackson (2005) y más allá… pasando por la excelente versión dirigida por John Guillermin (1925-2015) en 1976, se nos informa con lucidez y amenidad de las vicisitudes del mito, sus variantes y sus diversos y dispersos creadores y responsables. Y como me he comprometido a no sustituir la lectura del libro sintetizando sus contenidos me voy a despedir, eso sí lentamente, con algún pequeño detalle inquietante referido a las dos primeras producciones. En la primera señalar como Edgar Wallace (1875-1932), escritor inolvidable de novelas de aventuras y policiales con toques mistéricos intensos, muchas de ellas llevadas a la pantalla, vino expresamente de Inglaterra para guionizar la película inicial muriendo de manera inesperada y rápida tras entrar en coma por una supuesta diabetes. Alguien se preguntará: ¿y qué tiene esto de extraño? …puede ser improbable pero nada más. Si se toman los lectores la molestia de acceder a la imagen que se encuentra en la pagina 92 verán en ella un hombre encaramado a un árbol, en posición inestable ante una amenaza de naturaleza draconiana poco confortable. Si buscan imágenes de Edgar Wallace en la red verán que se asemejan demasiado al interfecto que acabará siendo devorado en imagen. Robert Bloch (1917-1994) no inventaba todo en sus relatos, menos los que tenían como leitmotiv Hollywood.
Con relación al rodaje de El hijo de Kong, que a mí me parce la otra cara de la moneda de la película inicial y que la complementa, perfecciona y alumbra, en él tiene también lugar otra casualidad luctuosa. La esposa divorciada del responsable de los efectos especiales, el genial Willis O’Brien (1886-1962), auténtico padre de la criatura y predecesor y maestro de Ray Harryhausen (1920-2013), se intentó suicidar tras asesinar a sus hijos. ¿Casualidad? Falleció un año después ya que sobrevivió a las heridas.
Las fuerzas sutiles que actúan de manera letal lo hacen con contundencia pero no dejan firma, sus efectos parecen “cosas naturales”. Son crímenes sin castigo, obra de autores invisibles.
Como habrá percibido el lector en ningún momento he hecho referencia alguna al prontuario de estupideces académicas relacionadas con el racismo, el patriarcado o el machismo, que muchos contemporáneos consideran esenciales para afrontar de manera discursiva la crítica de los materiales artísticos, tanto populares como de los otros. Jesús navega con habilidad por este pantano minado y recurre al prisma onírico, no al ideológico, como criterio hermenéutico. Estamos sufriendo una autentica invasión cultural con este agregado irracional de prejuicios, venido de las universidades norteamericanas, que se nos vende con la certidumbre y la falta de argumentación racional del fideísmo religioso más tosco.
La loca aventura del gorila gigante, incluido su erotismo inocente aunque nada puritano, es en gran medida un delirio exótico extraido de los pulps fantásticos de su tiempo. Aunque Cooper dijera a posteriori que todo había comenzado con un sueño… Recordemos que Lovecraft (1890-1937) estaba aun vivo por entonces.
Metrópolis, la ciudad del Fin del Mundo, no será ya la misma tras el reencuentro entre su ánima y su sombra pues este es, en síntesis, el mensaje contenido en el mitema. Esa historia continúa, la de Metrópolis.
En Madrid, ahora mismo en concreto, apagadas están las luces…
KING KONG
El libro del 90 aniversario.
Jesús Palacios.
Notorious Ediciones, 2023.