BREVE ENCUENTRO ENTRE BRET EASTON ELLIS Y LA PECULIAR CRÍTICA CULTURAL ESPAÑOLA

BREVE ENCUENTRO ENTRE BRET EASTON ELLIS Y LA PECULIAR CRÍTICA CULTURAL ESPAÑOLA

6 de junio de 2023 1 Por Ángulo_muerto
Spread the love

Loading

Guillermo Mas arellano

Hola a todas. Antes de empezar, una advertencia: el señor Ellis no hace posados…

Llegó por el lado imprevisto, provocando rostros de decepción entre los “profesionales”. Sonreía, amenazante, y en respuesta la venganza se le sirvió a punto: a pesar de la advertencia de la representante española de Random House, los fotógrafos le acribillaron a instantáneas color ámbar. Por su parte, los periodistas cometerían la misma falta de profesionalidad, de otra manera… Aún más descortés. Un recibimiento pésimo —aunque previsible— para todo un genio.

Bret Easton Ellis quiere tener el control absoluto sobre su imagen; al fin y a la postre, es un escritor y debe poder manipularla, de cara al lector, a través de las palabras: es la última potestad del novelista y, más aún, del novelista que se implica personalmente en sus obras, dentro del marco que compone este mundo de imágenes.

Era un mentiroso —reconoció ante un grupo de periodistas que, en su mayoría, utilizaban traductor simultáneo.

Entre tanto, los críticos le masacraron a fotografías y le preguntaron por la política —y le masacraron con la política, mientras las fotografías preguntaban algo así como “¿por qué huyes de nosotros?”, en su perpetua interrogación ámbar.

Todo era acerca del tiempo. Es la novela de un anciano mirando el pasado. Es la edad lo que me hace escribir sobre el pasado

Sí: es tímido. Escribe porque es un voyeur, y se nota: no le gusta que lo miren. Guarda con celo su imagen, y no está solo: Salinger, Pynchon, McCarthy, DeLillo… Es bien conocida la fobia de ciertos escritores norteamericanos hacia la cámara.

Mi padre era alcohólico pero tenía dinero; yo salía con la chica más guapa del instituto, pero era gay.

Todo, pues, era mentira. Por eso tenía que escribir entonces, cuando los hechos tuvieron lugar, la novela que sin embargo no hemos podido leer hasta ahora. Del chaval de 16 al hombre de 59 nada ha caído en el olvido: de todas formas, el material estaba recogido en los diarios; y además tiene buena memoria…

Era libre y aquello era divertido. The Shards es el libro más gracioso que he escrito jamás. No creo en el arrepentimiento, y además no me arrepiento de nada. Me importa una mierda que la gente se sienta ofendida por lo que escribo, yo solo escribo lo que quiero. Si te importa ofender o no a alguien, vas a escribir una porquería.

Su última novela, Los destrozos, la que había venido a presentar y nadie, probablemente, más que quien esto escribe y algún pirado más había leído en toda la sala —salió hace más de tres semanas en España, y a principios de año en su idioma original: no hay excusa—, es la summa y el epítome de toda su obra anterior. Como ya he dicho en alguna parte, es una obra maestra que nace de la música y de las películas que poblaron un tiempo mejor: “En los años 70 veía grandes películas todas las semanas en el cine”.

Pertenezco a la Generación X, estoy muy orgulloso de ello, de estar situado entre los millennials y los boomers. Cada generación reacciona a la anterior. Entonces había una libertad en la conversación y en las costumbres que ya no tenemos. También éramos libres en el arte. Ahora no hay ni felicidad ni placer en la literatura. Aquello en cambio fue muy divertido. No se trata de provocar; provocar no es ser un artista, y yo trato de ser auténtico. Tampoco estamos hablando de política: estamos refiriéndonos a asuntos culturales. Muchas personas de la Generación X se han movido contra la izquierda que les censura en asuntos culturales. Se han vuelto culturalmente “liberals”, de derechas, pero no es algo político. Hay mucha gente decepcionada con la libertad de expresión.

En ese momento miré a Ellis primero, y después a los periodistas: era claro que no habían leído Los destrozos, libro del que tenían que hablar; conocían American Psycho sólo por la mediocre película del mismo título; de Menos que cero o Glamourama, dos cimas absolutas de la literatura de finales del siglo XX, mejor ni hablemos; y Blanco, el ensayo de Easton Ellis sobre la cultura de la cancelación, no les sonaba en absoluto e, incluso, parecían como sacados de él.

Casi nadie entendió nada en toda la sala. No sabían o no querían hablar de literatura. Querían aprovechar la ocasión, una vez más, para hablar de ideología.

Bret Easton Ellis, uno de los grandes autores de nuestra época: no habla de moralidad o de política. Tampoco admite posados: sencillamente es un hombre que escribe de maravilla. Por eso no interesa al periodista cultural medio de España —a pesar del interés fingido y de los comentarios “de solapa” en reseñas que son apenas un remedo mal traducido de lo que antes ha escrito la prensa estadounidense.

En estos momentos, constaté mientras el ascensor me devolvía al recibidor, el periodismo cultural —ni de ningún tipo, me atrevería a decir— demuestra no estar a la altura de las circunstancias. Su trabajo, en términos generales, parece ser realizado con ayuda del ChatGPT, como ocurre con muchos trabajos del Bachillerato. Algo que a todos, en cuanto que sociedad, no nos deja precisamente en muy buen lugar, cuando se trata de recibir en nuestra casa a un genio que todavía será recordado con admiración dentro de un par de siglos.