DIMES Y DIRETES EN LA ÉPOCA DE LA GUERRA PSICOLÓGICA  CONTRA LA POBLACIÓN

DIMES Y DIRETES EN LA ÉPOCA DE LA GUERRA PSICOLÓGICA CONTRA LA POBLACIÓN

6 de diciembre de 2022 0 Por Ángulo_muerto
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Si los nombres no son correctos, si no están a la altura de las realidades, el lenguaje no tiene objeto...

Confucio.

Frank G. Rubio

Nada más alejado del escenario colectivo español que la existencia de confianza alguna, digna de este nombre, del pueblo hacia sus gobernantes. Para evitar que esto se manifieste como oposición y conflicto generalizados, de manera directa y lesiva para aquellos que ejercen el poder, se practica un despotismo camuflado basado esencialmente en enfrentar, uno contra otro, a sectores varios de la población. La palabra adecuada no es “camuflado” sino “travestido”, por la imagen grotesca que proyecta nuestra “eximia gobernanza” en el espacio publico a ojos, no sólo ya de los avisados, también (cada vez más) de millones de personas. Esto complementa la fragmentación de la comunidad en decenas cuando no centenares de clientelas que dependen, para su “bienestar” y supervivencia, del Estado.

La Ilustración va perdiendo lustre, como ocurre con los rostros de las putas viejas a pesar del colorete y el carmín, año tras año y servicio tras servicio. Lo manifiesto como aparente, a pesar de su naturaleza construida y artificial, comienza a no favorecer y sí a desocultar.

La polarización ideológica, llevada al extremo en todos los ámbitos mediante el uso sistemático de la propaganda más descarnada y tópica, modulada desde los medios audiovisuales y los espacios institucionales y educativos, no llega a cubrir exitosamente con su manto de distorsiones y mentiras más que a una amplia minoría en disminución.

La confrontación del hombre con la realidad cotidiana, incluso para ese andrajoso residuo en que ha dado en convertirse el español medio, sigue siendo la piedra de toque de las existencias humanas; más allá del frenesí por virtualizar lo real con la finalidad de mejor acomodar al formato de galeotes a los habitantes de la “nave cósmica” en construcción. Se nos ofrenda en todas las pantallas imaginables, WiFi mediante, a esa deidad inescrutable: la Humanidad… para mejor “salvar la Tierra”.

Los antiguos vivieron esto en su propia carne y lo calificaron como tiranía. Los modernos medios de comunicación y producción, las tecnologías, se han traducido en cambios cualitativos que modifican sensiblemente los supuestos de esta cuestión universal. Lo universal es sustituido por lo global en la era planetaria, donde animales, hombres y cyborgs compartirán un espacio “inteligente” y miasmático antes de sufrir una incineración inevitable. Fuego heracliteano que no acepta retrasos, a pesar de los estilismos y añagazas de los patrocinadores del simulacro. Estamos gobernados por una mezcla de nigromantes y “peluqueros”.

Hoy la tiranía, volviendo del futuro a nuestro tiempo penúltimo, adopta el rostro del totalitarismo.

Lo cual la hace mucho mas incisiva y letal que lo fuera durante la etapa anterior de corte autoritario. La propaganda y la amenaza son los mecanismos básicos con los cuales el poder político se dirige a las poblaciones, en la actualidad esto se enmarca en un proceso de confusión y tergiversación simbólica y conceptual crecientes. Todo ello para mejor borrar posibilidad alguna de considerar como válidas otras opciones, en el campo de la vida colectiva e individual, a las propuestas (cada día más insultantes y draconianas) elaboraciones del Poder. Erradicar la vida espiritual tiene consecuencias.

En las sociedades democráticas, en gran medida gracias al liberalismo, y de manera muy diversa siguiendo las tradiciones históricas de las naciones se fue estableciendo durante los dos últimos siglos, de manera desigual e inestable, un cierto grado de aceptación de la disidencia en pensamiento, palabra y obra que involucraba también al pueblo. No sólo a cortesanos, nobles o funcionarios religiosos y estatales, como acontecía en el pasado. Pero los desarrollos en las técnicas de conducción de los hombres, para mejor hacerles cumplir los designios de ciertas minorías, ese Uno del que hablaba La Boetie que no es precisamente el de Plotino a pesar de la similitud en la voz aplicada, cambiaron radicalmente la arquitectura del escenario durante los últimos cien años.

Antes de la radio, que comenzó a sembrar con sus berridos y melodías engañosas el horizonte humano, pudo ya conducirse no obstante a la muerte y a la devastación a sociedades enteras. Estamos ante la “movilización general” de la que hablaba Jünger exultante, en la época gloriosa del progreso…Bastaron los periódicos, la fotografía, el telégrafo y el ferrocarril para convertir a los pueblos en proveedores especializados para ejércitos de robots de carne. Los ideales de la Tecnocracia sansimoniana, originados en paralelo a la revolucion francesa, comenzaban a realizarse.

Lo que ha venido y llovido después nos ha traído aquí; hasta un intenso pre totalitarismo que busca ocultarse tras una máscara supuestamente humanista y democrática, para mejor practicar las más arteras y maquiavélicas estrategias. Todo ello con una población de gran volumen y escaso cerebro, aculturada y hacinada en lo que se denominan “metrópolis”. La época del biopoder, abierta a la Robótica, en el umbral de la Supermente.

Este largo preámbulo lleno de obviedades, o de lugares comunes que deberían serlo para todos, es necesario para comprender y combatir seudorealidades muy localizadas alguna de las cuales vamos a comentar brevemente a continuación. Cuando se permanece sumido en la niebla es bueno oír alguna voz o sonido articulados que nos sirvan de guía mínima para salir a cielo o mar abierto y mejor situarnos.

Alguien ha osado decir algo que no se quería escuchar, en realidad se ha limitado a repetir un rumor que llevaba circulando bastantes meses en redes y fuera de ellas. Un rumor convertido en chascarrillo popular. A los poderosos estas cosas les molestan. Pero ha bastado decirlo en un canal de televisión minoritario para poder montar el “minuto de odio” que llevan promoviendo, de manera continuada, los medios de comunicación más indluyentes en nuestro país, supuestamente progresistas, para poder desviar la atención de cuestiones mucho más graves.

La crisis del COVID ha sido fundamental para practicar esto a fondo. El miedo es un excelente compañero de la credulidad.

Cosas reales, no meras opiniones o conjeturas sobre cuestiones nimias que bordean lo grotesco desde el principio, son las que requieren que la prensa ponga el foco en ellas. Pero alguien ha convertido los rumores: inevitables, naturales y beneficiosos para toda sociedad porque dan cuenta de una corriente subterránea, no solo de oposición sino de creatividad antropológica de las multitudes, en bulos y estos en delitos de lesa majestad. Para mejor “salvar vidas”.

Si un médico duda de la conveniencia de aplicar las vacunas del modo que se está perpetrando o un virólogo descarta las aserciones oficiales sobre el COVID por inexactas, se convierten de inmediato en “enemigos del pueblo” y se inicia una caza mediática contra ellos. Decir lo que uno piensa se convierte de inmediato en desinformación y el Estado se siente obligado a “salvar vidas” persiguiendo al responsable de haber ejercido un derecho humano básico: la libre expresión de su pensamiento mediante la palabra. No por mucho que nuestro presidente lo haya gruñido ante los medios la lucha contra una epidemia no es una guerra, ni se le parece. Es una mala metáfora muy común, sólo eso.

La calificación de la esposa del presidente del gobierno como no-mujer, como “trans”, calificación que se limita a transferir a España lo que ya había tenido lugar en los Estados Unidos con el presidente Obama y su señora, es elevada a la categoría de grave ataque a la integridad de la persona y amenaza a la democracia. Se califica al emisor, que recordemos al lector se limita a comentar algo que es comidilla de muchos en círculos muy variados, de “ultraderechista y machista”. Vocablos que para el mundo opinal oficial de la izquierda, compuesto principalmente por sectarios desequilibrados y espíritus simples, conllevan el ostracismo. Consecuentemente se busca una victima propiciatoria para poder efectuar un viejo ritual catártico, propio de pueblos del desierto, que permita a la sociedad democrática salir del paso “más fuerte”.

Como lo ha hecho sin duda hace casi ya dos años, gracias a la muerte de miles de personas abandonadas a su suerte en las residencias, debido a las conductas positivas u omitidas del establishment medico-sanitario y los responsables políticos y funcionariales gubernamentales. Podemos incluir en este aura sacrificial de profundas resonancias aztecas, que nos devuelve como sociedad a territorios antropológicos poco modernos, las victimas de los confinamientos y las nada sutiles políticas de vacunación irrestricta, con venenos variados, que continúan desarrollándose en la actualidad y que ya van dejando caer un goteo continuado e inapelable de muertes. Sobre estas últimas nuestros medios de comunicación convergen en el uso de poco creíbles, y aún menos respetables calificativos como “repentinitis” o “debido al cambio climático”. Estas explicaciones, que ocultan responsabilidades palpables, con nombres y apellidos concretos y accesibles, resultan más creíbles e importantes a los mismos voceros “selectos” para los cuales pronunciar el termino “begoño” conlleva una experiencia insoportable.

Una marca roja se ha traspasado señala Macarena Olona, personaje vomitivo y risible donde los haya perteneciente a nuestra feria de las vanidades política. Un juguete roto en manos rotarias.

Pilar Baselga es una excelente persona que, al contrario de aquellos que la denuncian e insultan, dedica una parte significativa de su vida a actividades caritativas dignas de elogio. Pilar no ha cruzado pues linea roja alguna. No ha perpetrado delito de machismo, ya que es mujer independiente y libre. No ha ejercido violencia alguna pero ha sido objeto de una vil campaña de descrédito por quienes actúan como correas de transmisión de los patrocinadores de una sociedad como la nuestra donde la injusticia, la mala gestión y el crimen campan ya abiertamente por sus respetos. Las palabras, en el ámbito de una sociedad poblada por adultos y donde esta vigente legalmente la libertad de expresión, hay que sacarlas completamente de su contexto para poder convertirlas en algo similar a balas en la nuca.

Quienes han incentivado día tras día el miedo durante la pandemia desde televisiones, radios y periódicos, fomentando la aplicación de las medidas criminales recomendadas por el Partido Comunista chino, que tanto tilín le hacen a Klaus Schwab, carecen de toda legitimidad para criticar o descalificar nada en ámbito alguno. Cuanto antes les desposeamos de su poder e influencia, y la indiferencia hacia sus aserciones y propuestas son un primer paso, más nos acercaremos a una situación en la que no sólo recuperaremos la “normalidad” sino que veremos llevar ante la Justicia a varios centenares, cuando no a miles, de miserables que ahora cosechan fama y sueldo por su colaboración con la banda criminal que nos gobierna.

Aguardemos ese día y actuemos para que tenga lugar, entretanto dejen en paz a Pilar.