OTOÑO DE TERROR

OTOÑO DE TERROR

17 de noviembre de 2022 0 Por Ángulo_muerto
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Frank G. Rubio

When you read «Harry Potter» you are, in fact, trained to read Stephen King.

Harold Bloom.

Nada de lo que va a leer el lector en este artículo sospecho le va a hacer gracia alguna sobre todo si forma parte del, por ahora afortunadamente minoritario, grupo de escritores o críticos dedicados al terror, lo fantástico y la ciencia-ficción. Y es que nadie puede ser, ni lo fue nunca, profeta en su tierra y hoy es profeta cualquiera que diga simplemente lo que piensa. Ni más, ni menos.

No, no van bien las cosas aunque se hayan multiplicado como setas las pequeñas editoriales o las autoras. Pero no voy a hablar de la situación del género o los géneros en nuestro país, otros más preparados lo harán. No voy a ir tan lejos…

He tratado de acompañar la tarea de terminar un ensayo y escribir algunos artículos y reseñas con la deseada lectura, que suponía relajante, de algunos relatos y novelas de terror. La experiencia ha sido frustrante por decirlo con suavidad. Y eso que hice lo posible por seleccionar materiales variados. Dos textos me los regalaron amigos, otro llegó a mí en una compra de libros de segunda mano y el resto los incorporé, por ser fáciles de encajar en la maleta, debido a su formato de revista y, literalmente, tenerlos a mano mientras hacía el equipaje.

Todo ha sido completamente inútil. He verificado en propia carne lo que muchas veces expongo provocadoramente en conversaciones personales: la literatura de género adolece desde hace mucho tiempo de necrosis por metástasis o proliferación de títulos y autores. A lo que hay que añadir el bestialismo ideológico ambiental. El narcisismo, sobre todo de escritores pero que no es ajeno a entornos editoriales y críticos, que suele acompañar a la mediocridad en los ambientes literarios más diversos, juega también un papel fundamental. Si alguien hubiera hablado sinceramente hace décadas, sobre lo que se publica, otro gallo nos cantaría. Esto es verdad, aquí y en los Apalaches.

Mi intención era buena, repito, disfrutar de una serie de lecturas mientras me concentraba en la escritura. No ha sido posible más que de manera muy limitada. Una novela corta galardonada con un premio de prestigio internacional (2020), una novela de más de 700 páginas firmada por dos autores norteamericanos considerados la crema de la crema en su género publicada poco después del 11S (2001), una novela de terror moderna escrita por un nuevo valor, percibido como más que consolidado por la crítica (2020), y un acopio de relatos y artículos relacionados con el terror en cine, televisión y literatura, sacados del baúl de los recuerdos…datados, sin casi, hace más cincuenta años y publicados en una modesta publicación de su tiempo. Sólo se salvan, como seguramente va imaginando el lector, estos materiales citados al final. Estamos hablando de cerca de 1500 páginas de historias…

 

La noche de los maniquíes de Stephen Graham Jones es lo primero de este autor que cae en mis manos y es, sin lugar a dudas, lo peor que he leído en años. Perplejo que algo así pueda recibir el Premio Stoker (2021) a la mejor Novela Corta o incluso encontrar editor. Le gusta, por lo que veo en una página hagiográfica, a Stephen King. Con mucho trabajo de reescritura podría servir para elaborar un guión de película de terror de adolescentes. Pero con mucho trabajo.

La Biblioteca de Carfax ha editado obras notables como Experimental film, Premio Shirley Jackson del 2016, de Gemma Files o El pescador de John Langan, este último título: Premio Stoker del 2016 a la mejor Novela.

Casa negra (2001) de Stephen King y Peter Straub (1943-2022), prolongación de El talismán (1984), obra de los mismos autores, fue mi segunda obra escogida. Su extensión mastodóntica hizo que la lectura se prolongase varios días. La novela tiene un buen comienzo, unas 150 páginas o así, pero luego se va estancando; conforme avanzamos en la lectura va quedando claro que se van a inflar las situaciones y a rellenar con todo tipo de homenajes y guiños, sin duda gratos para lectores de pocas exigencias. Si hubiera sido podada 300 páginas habría sido mucho más legible. El segundo problema estriba en lo poco creíbles y de escaso interés que son las situaciones y elementos estrictamente fantásticos. Obviamente es una opinión personal. Son autores de los cuales he leído obras notables, aunque siempre procedentes del siglo XX. En cuanto a la apoteosis final, marcadamente cinematográfica, es tan predecible y poco auténtica que produce vergüenza ajena. Curiosa manera de confrontar por lo demás un tema como el de los abusos sexuales y asesinatos de niños, en un país donde constituye una problemática creciente.

Como puede ver el lector trato por todos los medios de no contar nada, o lo mínimo, de las obras que menciono para no estorbar su lectura. Añadir que Casa de hojas de Mark Z. Daniliewski fue publicada en el año 2000. Cosas así se notan y no dicen nada bueno de los autores. Sobre el narcisismo de KING hay numerosas anécdotas voy a citar una procedente de The Guardian; fuente impoluta de información para numerosos soplapollas del entorno literario sobre casi todo.

La gerente de una librería australiana fue informada el pasado martes de que un vándalo estaba dañando su valiosa reserva de libros de Stephen King. Se dirigió a inspeccionar los daños y descubrió que el culpable se había esfumado como una nube de humo, dejando atrás una pequeña pila de ejemplares recién firmados por su autor.”

Buscando al hombre del río es una novela de Kristopher Triana publicada por el sello editorial Dimensiones Ocultas. La novela está correctamente escrita y bien editada. El problema básico reside en que la historia narrada da para una novela corta y no para más. No hablamos por ello en detrimento de la obra. Pero si al tocho del tándem King & Straub le sobraba casi un tercio, a esta le sobra la mitad. No necesita la narración en cuestión, las historias viven según su naturaleza y reglas, que se nos detalle minuciosamente la psicología de personajes que resultan, en su supuesta marginalidad, tan poco singulares como los habitantes de las pequeñas ciudades del “maestro de Maine”.

Esta novela, donde hay momentos muy conseguidos de atmósfera, pierde mucho por no haberse sabido constreñir el autor. Así como no veo qué podría mejorarse en Casa Negra, aparte de podarse, dado que tiene graves déficits de estructura, en este caso queda claro que una buena novela corta potencial queda desintensificada por su extensión debido a una forzada potenciación en la psicologización de los personajes que no viene a cuento. Esta psicologización no obstante podría haberse logrado con breves trazos insertos en la acción…dando por supuesto que los lectores colaboran rellenando los huecos y no siendo dirigidos, como los turistas en los museos, tras un guía con un banderín. Lástima porque no es una mala idea aunque tampoco era genial. Kristopher Triana tiene un premio a la mejor Novela Splatterpunk del 2019: Full Brutal.

Narciso Ibáñez Serrador (1935-2019), nuestro Alfred Hitchcock patrio, nació en Montevideo y fue uno de los responsables de mi temprana afición al género terrorífico, con su programa televisivo Historias para no dormir. Veintitantos episodios que llevaron a la pequeña pantalla historias de autores como Ray Bradbury, Edgar Allan Poe, Frederic Brown o Robert Arthur…entre otros.

La cuestión es que en paralelo a la emisión, durante la segunda mitad de los sesenta del siglo pasado, se publicó una muy interesante revista dedicada al terror dirigida por el mismo Ibáñez Serrador. Son ejemplares de esta revista a los que me refería con anterioridad. Tres ejemplares, de los cuatro leídos en este contexto, fueron publicados en 1969 y el otro en 1972. Relatos de JG Ballard, Theodore Sturgeon, María Morawsky, John Flanders, Alfonso Álvarez Villar, HG Wells, Davis Grubb y dos guiones inspirados en historias de Ray Bradbury, entre otros, mas secciones sobre cine y asuntos paranormales, todo ello ilustrado, compensaron la decepción sobre las muy medianas publicaciones del siglo XXI. En todas las cuales quedaba claro había más, y mejores medios técnicos, a disposición de los editores.

Ignorar o rechazar el pasado en literatura, o en lo que sea, es de necios; nadie puede escribir bien nada de terror, ni disfrutar con la lectura, si su referencia más antigua la constituye Stephen King. E insisto en ello porque hace años, en el Museo Romántico, escuché, en una charla con aficionados jóvenes, muchos de ellos con pretensiones de devenir escritores, que su referencia más lejana en el tiempo era esta.

La cultura “woke”, deseosa de suprimir el legado cultural occidental anterior a los años cincuenta por prejuicios ideológicos, es simplemente un ejemplo más de barbarie e ignorancia. Afortunadamente pasará, como la moda de las pelucas de colores o llamar “señoros” a determinadas personas por boca de gentuza ante la cual las mismas ratas esplenden los fulgores más luminosos.

Nuestra sociedad, nuestra literatura, nuestra cultura se están estupidizando y las causas son muy complejas. Tengo 73 años. Durante toda mi vida como profesor de inglés, he visto cómo se degradaba el estudio de la literatura. Queda muy poco estudio auténtico en las Humanidades. Mi asistente de investigación vino a verme hace dos años, diciendo que había estado en un seminario en el que el profesor se pasó dos horas diciendo que Walt Whitman era racista. Esto ni siquiera es una tontería, es más bien algo insoportable.

Harold Bloom.