“DA SVIDANIE” (До свидания), QUERIDO PACO…

“DA SVIDANIE” (До свидания), QUERIDO PACO…

2 de agosto de 2025 0 Por Ángulo_muerto
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JOAQUÍN ALBAICÍN

Ni remotamente esperaba la noticia de que, alcanzado por el rayo cardíaco en la playa del Puerto de Santa María, Paco Zambrano nos había dejado. Así, sin despedirse, sin tiempo para un último café.

Lo conocí años atrás, se me antoja ahora que en otra época de la Historia, pues contaría yo con apenas veintidós veranos en el carnet. Escribía para la edición nacional de ABC y uno de los subdirectores, Santiago Castelo, poeta, monárquico de Don Juan, extremeño de Granja de Torrehermosa, hombre de pajarita y cultor de un atildamiento diría que prefranquista, me comunicó que iba a juntarse a comer con algunos paisanos suyos que andaban por Madrid. Éstos se habían volcado en la erección en Badajoz de una estatua de Porrina y le habían preguntado si yo no querría consagrar un artículo al respecto. Tratándose de Porrina y de Castelo, por supuesto que dije que sí.

En aquel almuerzo conocí a Paco, quien me dio una foto de Porrina haciendo entrega a su sobrino Ramón El Portugués, jovencísimo en el momento inmortalizado por la instantánea, de un galardón tras su éxito en -creo- el Festival del Butano, que lo llamaban aquí. La foto se la di al cabo de unos días a Ramón. Recupero ahora aquel artículo y leo que asistieron también a la comida, entre otros, el escritor José María Bermejo, los periodistas Julio Luengo y Rafael García Plata y Manuel Rojas Torres, entonces alcalde de Badajoz, así como que García Plata puso sobre la mesa la propuesta de solicitar para Porrina, a título póstumo, ese marquesado que la afición daba por sentado que le pertenecía por nacimiento.

Paco era en ese tiempo diputado en Madrid, y a partir de aquel día nos solíamos ver en Candela o Casa Patas o coincidir en alguna de las tantas citas flamencas de ese Madrid aún valleinclanesco. Había sido y continuaba siendo uno de los principales y decisivos impulsores de las peñas en Extremadura -de la más antigua de las cuales, la de Fuente de Cantos, no en vano había sido cofundador- para, tras una juventud muy mairenista en Sevilla, descubrir al regresar a su tierra el cante de un Porrina que se convirtió en su ídolo. Ya en aquel banquete, como después tantas otras veces, le escuché decir de él:

-Con el alto te mataba y con el bajo te remataba.

En torno a esta gran figura del cante, a las guitarras de Manolo y Pepe de Badajoz y a otros nombres menores de su tierra –Niño de Badajoz, Niño de la Ribera, Manolo Fregenal…- construyó su personal microcosmos flamenco, tan entusiasta como idílico y que plasmó en varios libros y defendió en muchos simposios de eruditos. Pero si Paco ha jugado un papel importante de verdad en mi vida es debido a otras razones, pues en mis vínculos con el flamenco no han ejercido nunca ninguna influencia ni la flamencología ni las peñas.

Una noche, hará poco menos de diez años, el gran guitarrista Miguel Vargas me comentó que Paco le hablaba con frecuencia y con mucho cariño de mí. Yo le había perdido la pista, pues hacía mucho que, desengañado y desinteresado de la política, había regresado a su tierra. El caso es que, al poco y tras hablarlo con Miguel, Paco contrató a mi mujer para actuar en Badajoz y Fuente de Cantos, donde desde hacía muchos años programaba el Otoño Flamenco. No podíamos sospechar que, unos cuatro meses más tarde de aquel reencuentro y de aquellas galas, apabullados por una torrencial lluvia, justo al ir acercándonos a Fuente de Cantos, localidad que no mucho antes únicamente nos sonaba por haber nacido allí Zurbarán, y acordándome de lo bien que lo habíamos pasado en su peña, dije a Salomé:

-Vamos a parar aquí, que el hotel estaba muy bien.

La idea era hacer noche en el Hotel Rural La Fábrica y proseguir camino al amanecer, pero, y esto sería largo de contar, tardamos un lustro en movernos de allí. De hecho, la verdad es que no llevaríamos hoy casi una década residiendo en Extremadura de no haber sido yo amigo de Paco Zambrano, gustarle a él tanto el cante de Salomé y, a partir de ese lazo y de aquel encuentro con Miguel, confabularse los astros en un cierta alineación providencial.

Bohemio de pro, Paco propendía a la nostalgia y, en las veladas de la peña, sosteniendo a media altura su copa de verdejo, a menudo la mirada se le iba por los rincones y me daba cuenta de que estaba añorando a gente a la que muchas noches vio recostada en ellos y a la que ya no veía ni vería. Le gustaban la francachela, la buena mesa, el alterne y la copa en el casco viejo de Badajoz con amigos como Alejandro Vega y El Madalena. Lo que no le gustaba, eso no, era que le llevasen la contraria. Ahora quienes le quisimos, perplejos por lo sucedido, le hemos despedido con un pellizco en el pecho en Santa María de la Granada, cara al altar y a la vera de la rodilla descubierta de San Roque, sonando los acordes por siguiriyas de su fiel escudero Domingo Díaz y, después, en la misma tierra bendecida en la que hace no tanto entraron también a hombros la Teresa con quien tanto anhelaba reunirse, su querido Luis El Lobo, Carlos Sabán, Fernando Gallito, Mario Rey, Paco El Garzo y otros históricos del Salas, protagonistas por derecho propio de la intrahistoria de un Fuente de Cantos que él nos dio a conocer y a querer.

Al salir del camposanto no quise mirar atrás, pues sabía que allí, a mis espaldas, quedaba su sueño flamenco resbalando por las mejillas de sus amigos -y míos- de la peña pionera, los de la primera hora, los que le siguieron entonces en aquella utopía en tierra de secano y han flanqueado con fe sus pasos hasta su postrer brindis al sol… Estoy seguro, querido Paco, de que nuestros caminos volverán a cruzarse y, como ha sido en este mundo, para bien. Por ello brindo y… ¡en eso quedamos!