
CUANDO ENTONCES… EL DISCO DEL AÑO
7 de mayo de 2025 ![]()
JOAQUÍN ALBAICÍN
Acabo de escuchar el disco del año. El otro día. Ayer, como diría Fray Luis de León. Porque podrá objetárseme que en todo caso será el disco del año 2011, que es cuando salió al mercado. Y sí, claro. Pero no tengo la culpa de que por aquellas fechas viviese yo avecindado en la Alameda de Hércules y más bien desconectado de lo que se cocía sobre los escenarios y estudios de grabación madrileños. Así que hasta hace poco, a cuento de la conferencia que di en Madrid para inaugurar el Ciclo Sonido Caño Roto y de mi escucha al poco de Blue in Green de Miles Davis transportado a tiempo de soleá por David Cerreduela a la guitarra, Pedro Ojesto al piano e Israel Fernández al cante, desconocía la existencia de Flamenco Jazz Company, así como lanzamiento a las tiendas por Karonte de su disco Nikela.
Y ya saben, además, quienes me leen que la actualidad no guarda para mí ninguna clase de relación simétrica con la cronología. Que, de hecho, considero a Cagancho, Greta Garbo, Camarón, Yul Brynner, Lata Mangeshkar, Caracol o Domingo Ortega artistas en activo, tan en candelero al menos como Morante, Juan Ortega o Pablo Aguado, a quienes acabamos de ver formarla gorda en la Maestranza mientras Curro Romero, otro grande asimismo en activo, seguía el acontecimiento por la televisión desde su casa.
En activo, sí. Y disco del año, sí. Y es que hay que acordarse de cuando entonces, como canta aquí, en sus surcos, por soleá Miguel de la Tolea. Y, en la medida de lo posible, seguir viviendo siquiera sea emocionalmente ahí, en ese cuando entonces. Es Flamenco Jazz Company una formación nacida del magín de Pedro Ojesto, pianista curtido y brillante tanto en el flamenco como en el jazz, y buena parte de mi reacción entusiasta y de las raíces del seductor impulso que me mueve a abrazar este disco es la antedicha, que un Miles Davis también en activo es el autor de Blue in Green, esta soleá de sonidos negros como el ébano, sabrosa como aquellos tiempos muertos que los cantaores y los músicos de jazz aprovechaban tan bien en aquellos cafés que no cerraban nunca. Fue La Niña de los Peines, otra diva de hoy, quien en el mismo año de grabación de Blue in Green inspiró a Miles para componer para su Sketches of Spain una Soleá así propiamente titulada, así como su saeta. Y a Pastora consagró unos años después Israel el que quizá sea su disco esencial. El Duende fluye, en efecto, por la barra de este bar en que toman asiento el cordaje de David Cerreduela y el eco de un Israel Fernández irreconocible en la foto -2011, recuérdese- y tamborilean las yemas del pianista, e incluso por la tinta de la letra rimada al efecto por Luis Pastor.
Lleva el álbum también, en la mayoría de sus temas, la marca de uno de los compositores más personales de esta época, además de clave para la comprensión de muchos de sus derroteros: Juan Antonio Salazar. El perfume del nieto de Porrina es inconfundible, como debía serlo el de la piel de Jeanne Moreau en los días en que andaba con Miles en París o de fiesta con Manitas de Plata o Yves Montand. Y contribuyen en mucho a empapar el disco de atmósfera bohemia el contrabajo de José Miguel Garzón, las percusiones del cubano Fernando Favier y el eco invitado de Montse Cortés, como nos hemos también ya referido a ese metal tan versátil de Miguel de la Tolea. El disco del año, en fin, como los del año pasado -o los de mi año pasado- fueron Pureza y solera de Jerónimo Maya y The Gypsy and I, de Yul Brynner con Aliosha Dimitrievitch.
¡Es algo que no podía dejar de comunicarles! ¡No salgamos del cuando entonces!


