Del Pequeño Egipto a Cáceres

Del Pequeño Egipto a Cáceres

23 de noviembre de 2025 0 Por Ángulo_muerto
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JOAQUÍN ALBAICÍN

Fotos: Sara Silva

Camino de la Cáceres de Juego de tronos y un poquito antes de pasar por la Mérida fundada por Túbal, nieto de Noé, traza el pincel de un ángel un ancho arcoiris entre las nubes. ¡Buena sombra para Extremadura Gitana, que se estrena hoy en el Gran Teatro en recuerdo de la entrada, hace seiscientos años, de nuestros antepasados en la Península Ibérica y en particular en Marochandé, la Tierra del Pan! ¡Gitanos en caravana! ¡Condes y Duques de Pequeño Egipto! “¡Maravillas! ¡Llegada de extranjeros del país de Egipto!”, había escrito no mucho antes el cronista de París.

No es lo más usual en el flamenco escuchar entonar una zambra al son de una viola, precediendo a un cante por siguiriyas sostenido por la guitarra de un grande como Jerónimo Maya. Esta noche se las degustamos -la zambra y la siguiriya- a Salomé Pavón con arrobo y deleite. El arco que se desliza por el diapasón de la viola es el de Rosa Escobar, obvio hermano del arcoiris, sí, pero un hermano nocturno y lunar como esos sonidos quejumbrosos del flamenco, ecos de madrugada, bosque y fogata, nocherniegos como las punzadas de escalofrío con que la sonanta de Jerónimo abre el espectáculo, prestando musgosa base al rumor de los carromatos, el susurro de los arroyos y el compás de los yunques. Oro y marfil en el porte, Salomé Pavón es una de mis intérpretes preferidas por siguiriyas, como hoy torna a dejar patente su metal en sus salmos por El Marrurro en su día inmortalizados por Pastora, además de mujer visionaria dotada de ese singular talento escénico que ha logrado subir a las tablas del Gran Teatro un musical con tanto empaque.

Los limpiabotas –Morito y Josué Suárez, que emulan con mazos y sobre bancos el lustrado del charol en el café del Casino de San Juan o el Mesón de los Castúos– anuncian a los cantaores, convocados a medirse con él por jaleos por un Alejandro Vega en estado de gracia durante toda la función: un Tente Saavedra cuyo paladar y entrega artística tan bien saben cómo moldear la roca, el Daniel Castro invicto en tantos certámenes, magnífico su primer disco ya en la calle y espectacular en su romperse por tangos, y un José María Cachaba cuya solvencia festera bien conocíamos, no así -hasta hoy- su enorme personalidad por jaleos y bulerías. A nuestro Alejandro Vega le ha venido al pelo quitarse del tabaco, porque su garganta ha recuperado esos matices de pedrería que caracterizan su cante y le señalan como uno de los puntales del espectáculo. ¡Cantaor del momento!

¡Y las mujeres! Invocada por el chelo de su nieto Paco Navarro, canta Ana Montaño por tangos con solera y sabor acrisolados antes de bordar su Djelem, djelem -desde 1971, himno internacional del pueblo gitano, por ella popularizado aquí- a dúo con Salomé Pavón. ¿Qué decir de Remedios Suero, cante de brasa primo próximo del de Remedios Amaya? ¡Cantaora a descubrir por el gran público! Y bueno, de Salomé Pavón, todo iridiscencia y personalidad y señorial quejido así en el pregón como en la bulería y alma y madre -ya lo hemos dicho- de este musical.

Y es que se canta muy bien en esta fantasía rítmica, con el aliciente añadido de asistir al regusto de seis formas de entonar y de seis ecos distintos. No estamos ante ese elenco en el que todas las gargantas son caracoleras, o todas camaroneras o con todas afinando, dibujando y acentuando por Porrina. Aquí el sello puntúa. Y en la retina y el oído queda la fiesta por tangos, bulerías y jaleos, que brota exuberante en la belleza de Ángela Navarro, los ecos, los remates, el revoloteo de las faldas… La narrativa se sustenta, además, sobre una firmísima base musical: Jerónimo Maya, Ostalinda Suárez, Pakito Suárez El Aspirina, Rosa Escobar y Esther Rodríguez Viñuela o, lo que es lo mismo: guitarra, flauta travesera, trompeta, teclados, viola y clarinete luxuarios. Más el chelo de Juan Navarro y el teclado de Paco Navarro, hijos de Ostalinda que ya integran la tercera generación de músicos de la casa. Y ya hemos aludido a la percusión de Morito y Josué Suárez, el primero con varias vueltas al mundo al lado de Joaquín Cortés y de la ilustre prosapia de los Porrina el segundo.

Las aperturas de la trompeta de Pakito Suárez El Aspirina, tanto en el tema Extremadura Gitana cantado tras la salida por trilla con pasión por Salomé como en la rumba final danzada por una María Pavón que imprime de acentos gitanos las siluetas danzarinas de Michael Jackson, suenan con una solemnidad que estremece. Y ahí están el vestuario de Maison Alberto Benítez y los recursos audiovisuales -un arcoiris magmático y en conmoción- que aportan, con su apuesta por el preciosismo, un colorido cautivador y envolvente.

¡Se cumplió, pues, el vaticinio del arcoiris! Y se les espera en mayo en el Teatro López de Ayala de Badajoz. ¡Allí estaremos, si Dios y sus constelaciones así lo quieren!