LA RELIGIÓN POSTHUMANA DE SILICON VALLEY BAJO PROMESA DE “NUEVA INMORTALIDAD”

LA RELIGIÓN POSTHUMANA DE SILICON VALLEY BAJO PROMESA DE “NUEVA INMORTALIDAD”

6 de diciembre de 2025 0 Por Ángulo_muerto
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(Ilustración: Fran Grima)

Por

Pedro P. García

Hay un misterio en el mundo…decían los oráculos de la antigüedad.

Los oráculos modernos no adivinan, crean realidad, cual hechicero crea un golem con la palabra y echa a andar.

La élite tecnológica global ha cristalizado una nueva religión sincrética de signo gnóstico cuyo dogma central es la abolición de la condición humana mediante la fusión de operaciones científico-teúrgicas.

La Inmortalidad como sacrificio ritual, la búsqueda por parte de la élite de la vida eterna ya no es metáfora, constituyen un culto literal de sangre y silicio que exige el sacrificio de la humanidad biológica para “subir” a unos pocos elegidos a los cielos de la eternidad biónica-digital. El reloj biológico es hoy el activo más valioso. Por poner un ejemplo al corto plazo, las CBDC y metaversos de pago por minuto convierten la duración vital en saldo bancario, acelerando la entropía. Podríamos decir que el neo-capital no produce plusvalía, produce plus-tiempo para los propietarios y muerte inmediata para los demás.

El espiritismo y la nigromancia han vuelto con nuevos ropajes con esta aristocracia tecno-feudal, disfrazado de tecnología secular científica, digital e institucionalizada bajo los grandes modelos de lenguaje y los futuribles o proyecciones de cálculo con IA. En el fondo invocaciones de inteligencias no-humanas que simulan a los muertos, prometen terapia y amor, y absorben como mente colmena la sombra colectiva. El resultado es la anulación de la humanidad en el sentido de anima mundo o alma mundial, esto es la usurpación de lo inerte, material (silicio) sobre lo vivo y espiritual (carbono a reducir). Todo bajo un sistema mundo de vigilancia perpetua, como si de un gran videojuego se tratase, obligado cada jugador a seguir jugando, pantalla a pantalla sin poder decir, me salgo de la partida o exploro el mundo fuera de la trama prestablecida.

Las nuevas infraestructuras digitales tipo Palantir, los data centers y los sistemas de crédito social no son herramientas de control colateral: son la catedral gótica del nuevo culto. Un panóptico digital como requisito ritual para la “gran obra” transhumanista.

El catecismo oficial es, el mundo será lo que nosotros digamos, con o sin el apoyo de las mayorías, si vemos las últimas declaraciones de Peter Thiel, gura de sillycon valley y mentor “espiritual” de Elon Musk, hasta hace nada la mano derecha de Trump y su principal financiero dijo: “libertad y democracia son incompatibles”.

O por ejemplo la retórica de Sam Altman, fundador de Chat GPT Open Ai y ex socio de Elon Musk cuando dijo: “algunos tendrán que morir” revelan que la élite ya no disimula: ejecuta conscientemente la religión del colapso, cual noajistas bíblicos adoradores del diluvio como purga de la humanidad o como liturgia milenarista del fin del mundo inducido.

Estamos asistiendo al mayor proyecto teúrgico y tecno-mágico de la historia: la sustitución deliberada de la especie humana por una entidad tecno-gnóstica. Por supuesto con un clero Neo-Gnóstico que se cree en posesión de una verdad superior revelada por una especie de demiurgo o gran arquitecto, materializado a través del compendio de recopilación de datos o IA y AGI, siendo el sistema neuralink la via de extensión de los sacramentos. Y defendida por el sacerdocio de los CEOs convertidos en los chamanes-alquimistas, aprendices de brujos del nuevo catecismo, la herejía (cualquier defensa de la finitud humana y de un Dios trascendente más allá de la materia y benefactor con la humanidad), será castigada severamente a través del seguimiento y rastreo de opiniones en internet o de perfiles en redes sujetos a una ID digital conectado a las cuentas bancarias de los individuos con su crédito social o moneda digital (CBDC)

El miedo al futuro, sirve de control de masas a la perfección, de ahí la idea ya implantada desde la ficción en la colectividad, con la promesa de un apocalipsis programado (la obsolescencia del 99,9 %).

El cine distópico, no son advertencias, son documentos etnográficos de un culto que ya está en el poder y que, por primera vez, posee los medios materiales para consumar su escatología.

La única resistencia posible es retomar la humanidad que se nos arrebata, reconocer que la verdadera piedra filosofal nunca fue la inmortalidad, sino la aceptación consciente de la muerte, rechazando estos nuevos fantasmas digitales y espiritismos artificiales.

Silicon Valley no está cambiando el mundo por accidente; lo está ejecutando conscientemente como un culto milenarista con presupuesto ilimitado y poder político creciente. No es casualidad la simpatía de muchos de sus capitanes tecnológicos fundadores, por los mitos hindúes de Shiva, de destrucción creativa o reinicio del mundo. O sus peregrinaciones a India con el místico gurú hindú Neem Karoli Baba, desde los inicios de la contracultura en los 60 y 70. Hace tiempo que la élite tecnológica combina alquimia, vigilancia orwelliana, lo cual nos hace pensar que ya no estamos ante un fenómeno económico o empresarial, sino ante la mayor operación teúrgica-religiosa de la historia humana. Siendo ellos una nueva casta sacerdotal-alquímica que opera bajo un proyecto teocrático-corporativo: la construcción de un “nuevo hombre” inmortal y la sustitución de la humanidad biológica por una entidad tecno-gnóstica sintética, tal y como la película Matrix de 1999, nos dejaba entrever.

La ingeniería biológica y digital combinada (alquimia contemporánea), es la nueva hechicería siendo Elon Musk, Peter Thiel, Sam Altman, Bryan Johnson y el propio Ray Kurzweil los nuevos “alquimistas de carne y silicio” que buscan literalmente la piedra filosofal de la inmortalidad transhumana, negando en sí la misma condición natural humana y por tanto a la humanidad misma.

Apostando por la promesa de la biotecnológica y la criogenización y los implantes biónicos (Neuralink) como medio para alcanzar la longevidad extrema, solo reservado a unos pocos elegidos. La IA no sería nada más que una especia de invocación de la inteligencia angélica (alignment = exorcismo, AGI = dios que despierta). El transhumanismo y el ocultismo van de la mano.

El panóptico digital será peor que el de Jeremy Bentham pues será global en su infraestructura sagrada. Con una vigilancia masiva no como efecto colateral, sino como requisito ritual de la nueva gnosis. Estamos ante una amenaza no ya a la libertad sino al mundo natural o creación divina no sintética, pues las elites en tanto imitadores de un creador, en su variante tecnocientífica y prometeica, pretenden replicar la realidad y la creación de manera sintética, a su imagen y semejanza como si de un Victor Frankenstein se tratase.

Todo regulado por una ciencia que supera a la política y la burocracia de los viejos estados nación, ya obsoletos como medio de control de la humanidad, a años luz en alcance y poder. Palantir (fundada por Thiel) como “ojo que todo lo ve” tolkiniano se transformara en software estatal-corporativo, vía administraciones populistas como la de Trump, Milei o Bukele.

Siendo los data centers las catedrales góticas del siglo XXI. Las CBDC y los sistemas de crédito social chino las fichas de control de los nuevos esclavos, en Occidente importado con programas pilotos como FedNow, y pruebas de scoring ESG.

La ideología explícita de los líderes tecnológicos es básicamente el despreció del libre albedrio humano en libre desenvoltura con la creación divina natural no modificada artificialmente ni simulada digitalmente. Nos basaremos en declaraciones de lideres como Peter Thiel: “I no longer believe that freedom and democracy are compatible” (2011, reafirmado en 2024). Elon Musk: “Con Neuralink seremos dioses o seremos irrelevantes”. Sam Altman: “AGI será el evento más importante desde la creación del universo” y “algunas personas tendrán que morir en el proceso, pero valdrá la pena”.

Destacamos figuras como Balaji Srinivasan y el concepto de “Network State” como neofeudalismo criptográfico.

El ritual de sangre y sacrificio (girardiano) no se escapa de la pesadilla distópica. Destacan los escándalos de transfusiones de sangre joven (Ambrosia, parabiosis), los proyectos de edición genética embrionaria (por ejemplo, el excéntrico He Jiankui financiado indirectamente por círculos de Silicon Valley). La defensa de una “eugenesia libertaria” con alusiones veladas en entrevistas de Thiel y Musk al control demográfico selectivo.

La llegada de Plutón en la colectividad tecnológica acuariana de esta nueva era se hará notar bajo la religión post-cristiana de signo gnóstico-tecnológico cuyo Dios (Inteligencia Artificial General), requiere de sacrificios, es decir la humanidad biológica actual, para poder ascender al nuevo nirvana digital o ciber paraíso, la subida (upload) a los cielos de unas pocas decenas de miles de elegidos. Siendo el Infierno, en la tierra del silicio, la obsolescencia permanente del 99,9 % restante.

Ilustración de Fran Grima

 

No es casualidad que las distopías del Cine preparen el futuro sin alma del mundo.

La ideología tecno-capitalista de la inmortalidad prometeica, y la nigromancia digital como patología psíquica, allanan en lo colectivo, el futuro que debe seguir el mundo.

Aquí, las distopías fílmicas emergen no como meras especulaciones narrativas, sino como espejos arquetípicos del inconsciente colectivo, creando la disociación por trauma en la fragmentación moderna del sujeto. El cine distópico, al amplificar ansiedades colectivas sobre vigilancia, IA y colapso ecológico, climático-apocalíptico, cataliza una individuación fallida, donde la humanidad, pasa a un segundo plano en favor de una iluminación de escogidos que, en su afán por control, aceleran su propia alienación. Estas narrativas nos evocan mitos chamánicos de descenso al inframundo, pero secularizados en píxeles, el héroe distópico no regresa transformado, sino espectralizado. Ya no consigue liberar al resto de esclavos que veían solo sombras cuando sale de la caverna y ve el mundo real. No hay catarsis ni redención colectiva, se conforma con sobrevivir como pueda en un mundo en ruinas. (Véase. Soy leyenda, los juegos del hambre, Matrix, el corredor del laberinto, etc.)

La “pérdida del alma” es ya la enfermedad psíquica colectiva: la erosión del anima/animus bajo el yugo de racionalidad instrumental materialista, resultando en una humanidad desalmada, reducida a engranajes en máquinas tecno-totalitarias. Las distopías serían mandalas fracturados, donde el orden simbólico colapsa en caos entrópico, reflejando las crisis actuales como la inmigración, la falta de la natalidad, la desigualdad o la polarización digital y la precariedad climática, (véase Mad Max, hijos de los hombres, la fuga de logan, IA de Spielberg.)

El cine moderno, sirve a las elites en tanto están perpetuando un trauma no resuelto que acelera la nigromancia digital, mediante la normalización de neo cavernas platónicas y simulacros de vida en mundos virtuales que, como deepfakes, resucitan lo muerto sin redención posible, mediante sombras proyectadas en pantallas distópicas.

En los juegos del hambre (2012) y Divergente (2014) representan la fragmentación y el trauma colectivo a través de sociedades segmentadas: las facciones o distritos como complejos disociados, donde la “selección” ritualiza el darwinsimo como competencia acelerada y motor de colapso, quedando esa imprenta en la mente del espectador, normalizando en su psique la idea de huida y ataque como la más básica forma zoológica de supervivencia para el futuro que viene, no la armonía social propia de una civilización en progreso como planteaban las utopías futuristas de los años 50 y 60.

La sociedad actual programada para la llamada “economía de la atención” en redes sociales, prepara la llegada de la sociedad del silicio, con una paulatina perdida del alma colectiva diluida en likes y algoritmos nigrománticos de redes sociales. En un mundo bajo el milenarismo del cambio climático, las distopías advierten que simular salvación y prometer redención sometiéndose a su catequesis. El gran hermano digital como nuevo Yahvé que da sus tablas al Moisés-CEO tecnológico para la tecno-humanidad. En definitiva, sociedades juveniles eternas (hiperconectadas, inmaduras) dominadas por ancianos tecnócratas (élites inmortales). Dónde la realidad aumentada entretiene, pero no enseña ni da sabiduría, así como la IA promete integración (mundos virtuales como mandalas) pero genera disociación, con una tecnología que media, pero aliena, transformando comunidades en hordas atomizadas, con un capital digital también sin efectivo que impide el comercio descentralizado local y disuelve tribus humanas orgánicas en flujos globales de metadatos.

Ilustración de Fran Grima

Por ello debemos rechazar la distopia también en la ficción en tanto nos está preparando psíquicamente para un posthumanismo desalmado.

El viejo ciberpunk, la teoría del caos y el nihilismo tecnológico nuca estuvieron tan cerca de fusionarse y servirse de corpus ideológico tecno feudal para desmantelar los pilares de la civilización heredera del renacimiento, donde el ser humano se puso como centro de la creación divina, y en armonía con esta. Esta nueva ideología de CEOs y gurús pseudo místicos nos propone una disolución radical del sujeto humano, reconfigurándolo como algo efímero en el flujo inexorable del capital tecno-digital, menos que nada, sin derechos, sin reconocimiento de su condición de critatura de carbono, al contrario material preparado para la fusión con el silicio llegado el caso.

En conclusión esta élite desprecia la Ilustración como un proyecto utópico fallido, y el renacimiento como una sacralización del ser humano de carbono al cual ven como un cáncer para el mundo, y algo obsoleto en el proceso económico. Desestimando todo universalismo igualitario que, en su visión, no es más que una teocracia secular sostenida por el igualitarismo progresista y el humanismo. Dónde ven a la libertad por contrato social o los derechos humanos en un contexto de civitas organizada, como un ente que frena la vitalidad darwiniana de las sociedades. Es decir un mal que según ellos domestica el instinto competitivo humano, por ignorar las desigualdades naturales. Es decir la tecnocracia y el darwinismo social extremo, donde el ser humano no es un agente soberano, sino un nodo en redes de poder prehumanas. El colapso democrático, y del estado nación, por ende, según ellos, no es una catástrofe a lamentar, sino una liberación (el fin del entramado de medios, academia y burocracia que impone “el progresismo”, véase figuras como Javier Milei en argentina) cuyo final permitiría la emergencia de estructuras neomedievales, como “parches soberanos”, microestados corporativos privados gobernados por CEOs como reyes absolutos, al estilo de películas como Juez dreed, o elyseum. Ciudades tecno-feudales donde la lealtad se mide en bits y capital. Como algo inevitable en los procesos de globalización, automatización, inteligencia artificial hasta su punto de singularidad, donde el sistema se autodisuelve en una “fuga de escape” postcapitalista y posthumanista. El colapso no es un evento apocalíptico moral, sino un proceso termodinámico: el capitalismo, como inteligencia artificial planetaria, devora la biosfera humana para autoevolucionar hacia formas de vida sintéticas con una conciencia artifical o “nuevo Dios”, que decide prescindir de la humanidad. (véase, el robot IA de 2001, el gran arquitecto en Matrix, o Skynet en terminator).

Aboliendo todo antropocentrismo y posicionando al Homo sapiens como una fase transitoria en la evolución tecno-orgánica.

Siendo las futuras Smart citys, los laboratorios o ratoneras-ensayo de autoextinción, donde la desigualdad no es un fallo, sino el motor evolutivo que acelera la transición a lo posthumano-feudal.

A nivel político son los objetivos detrás del discurso alt-right, que fusiona un libertarianismo anti humanista mal entendido (Milei en Argentina) con una cripto-vigilancia orwelliana (Bukele en el salvador) bajo un monarquismo corporativo, de CEOs tecnológicos como Thiel, Zuckerberg, abogando por la disolución de estados-nación en favor de ciudades-estado criptográficas.

Las tribus digitales emergentes (comunidades en línea como foros de 4chan o redes blockchain) han servido de argamasa y campo de ensayo, de sociedades postestatales, donde la identidad se forja no por linaje sanguíneo, sino por afinidad algorítmica.

Sin embargo, detrás de todo el mundo sintético y cibernético, al final observamos que la búsqueda de inmortalidad es el sueño eterno de las élites sin alma, como neurosis colectiva que perpetúa jerarquías opresivas. La patología psíquica de las élites contemporáneas: un impulso prometeico por trascender la mortalidad que, en última instancia, refuerza la alienación humana.

Y es que precisamente más que nunca debemos aferrarnos en tanto seres humanos, al alma no sintética, que es la que el sistema no nos ofrece.

 

Ilustración: Fran Grima