
NO ME DEJES SOLA
21 de octubre de 2025
Sabia Dihaz.
Desde el primer momento en que conocí a mi amor supe que a él sí que le iba a poder amar. Intuí, el segundo día de vernos, tras mi cuerpo sufrir el encogimiento, la pérdida de color del rostro, la delgadez en la que estaba sumida, la pérdida de voz y la vergüenza que se había posado sobre mi cabeza debido al aturdimiento que ese día me producían los oídos, la decepción en su cara. Decidí por respeto mostrarme a él en mi desorden: esta soy yo. El hombre ama la belleza, la alegría, la sencillez de pensamientos, pero se asusta y se aburre y huye cuando le muestran la pesadumbre, el tedio, la pena. Hay mujeres que envejecen a los cincuenta, a los cuarenta y cinco, a mí me tocó la desgracia de envejecer en mi adolescencia, puede que antes, puede que con diez años ya fuera vieja. Nadie quiere a una mujer vieja. Nadie quiere que le digan a los tres días de conocer, no tengo nada, y sufro. Y estoy sola. Angélica Liddell dice que no sabe cuándo pero que le tocó a ella como a tantos otros, como un disparo en la cabeza, despertarse cada día y querer morirse. Y todavía era una niña. Día tras día pienso en cuándo me va a decir, he conocido a esta mujer, Sara, lo siento, lo hemos intentado, etc, etc. Siempre hay un etcétera porque se intenta llenar un vacío que ni solos ni acompañados podemos llenar. Cuando me habló de su amor por el toreo, de su sufrimiento por el toreo, de su entrega a la tauromaquia mi cuerpo iba llenándose de una alegría, un amor y un respeto por su persona que tiempo después sería lo que haría que celara, si lo he visto yo, eso, eso lo puede ver cualquier mujer, y las mujeres, que no las viejas, las mujeres son inteligentes para con sus deseos, y no tienen sentido del orden, y el hombre, el hombre siempre siempre tan débil. Me volvía loca leyendo a todos estos hombre hablar de la mentira, la infidelidad, la belleza de las veinteañeras, la piel blanca de las mujeres pudientes, el pelo suave de las adolescentes, y el hombre, el Hombre, que no importaba si tenía quince, veinticinco o sesenta, siempre conseguía que lo amaran, porque la mujer ha nacido para amar y ay de aquella que no teme, capaz es de abrir un estómago, de masticar un hígado, de vomitar bilis y de sacar los ojos para que la vean, aunque luego vomite al hombre y vaya a por otro, pero el hombre, el Hombre siempre tan débil, tan callado, tan para dentro.
Nadie había expresado tan bien lo que siento. Gracias.