
QUIEN NO SE SALVA ES PORQUE NO QUIERE
11 de junio de 2025 ![]()
JOAQUÍN ALBAICÍN
El asteroide 2024 YR4 iba a chocar contra nosotros en torno a 2032, es decir, más o menos cuando su homólogo Apofis, de cuya trayectoria vienen desde hace tiempo siéndonos servidos datos por los astrofísicos… Coincidiendo, es decir, aproximadamente con la fecha señalada por algunos guenonianos como de término del Kali Yuga y también con la vaticinada por los lamas mongoles informantes de Ossendowski como la de “salida a la superficie” de “los pueblos de Agarthi”. Era la previsión. Pero ahora resulta que no, que no va a ser, con lo cual podemos darnos por salvados. Mas sólo de momento, pues la salvación que importa y cuenta no es la meramente astronómica, sino la que acometemos en el día a día esquivando los meteoritos de la decadencia civilizacional y las tormentas perfectas de los sodomitas, gomorritas y demás casos perdidos al mando del timón de lo público.
Es por ello que hoy, en Almendralejo, he hecho a un lado los telescopios y dado comienzo a mi día leyendo de nuevo La guerra carlista de Valle Inclán por la parte en que don Juan Manuel de Montenegro diserta sobre la maldad intrínseca de todas las leyes mientras desentierra en la capilla los fusiles destinados a hacer morder el polvo a los del gorro frigio, a quienes podemos hoy claramente identificar como, entre otros, los aspirantes a la eliminación del llamado dinero físico de nuestras vidas.
Don Juan Manuel quería salvarnos, y sigue de algún modo haciéndolo desde el purgatorio de las almas linajudas. ¡Oremos, pues, mientras engrasamos los cerrojos de los fusiles, por él y por su sagrada causa de acabar con el cacicato palaciego de los impíos!
También he pegado un buen repaso a los recuerdos desgranados en torno al Conde de Saint-Germain por sus contemporáneos, entre los cuales felizmente nos contamos. ¡Bien que nos salvaría si le dejásemos el Conde pese a que, debido a llevar unos doscientos años sin ser visto en las recepciones de las monarquías, algunos ignorantes incluso le den por muerto! Y, ¿lo está? ¡Para nada! Si no se deja ver es porque, ¿qué coño puede pintar el Conde de Saint-Germain en besamanos y bailes aristocráticos orquestados por Casas Reales en realidad semejantes en casi todo a familias plebeyas de clase media?
Pues nada de nada. ¡No pegaría ni con cola! De ahí que el Conde esté mucho mejor, sin duda, donde tiene que estar: degustando un buen licor de cerezas con Aubrey de Grey, el gurú del rejuvenecimiento, el hombre cuyas investigaciones van a permitir a cuantos lo merezcamos vivir tres o cuatro siglos en perfectas condiciones físicas y mentales. ¿O no se recuerda ya el elixir proporcionado por Saint-Germain a la Condesa de Gergy, gracias al cual ésta no representó tener, durante mucho tiempo, más de veinticuatro años recién cumplidos? ¡Ya sin ayuda de la ciencia falleció en 1973, a los ciento sesenta y ocho años de edad, Shirali Mislimov, natural del Cáucaso! Tras una vida feliz -probablemente, en apacible servidumbre- bajo la teocracia zarista, tuvo después que soportar cincuenta y seis años de sufrimientos bajo el comunismo, pero ahí queda su hazaña genética. Dicen los sabihondos que lo de Mislimov es sólo una tradición oral. Ya, una tradición oral… ¿También es una tradición oral lo de Gerónimo Altamirano? Sí, el hijo de Gerónimo. Raptado y educado por él, murió a los ciento trece años sin saber hablar más que apache y un poco de español. Tradición oral, ya…
A lo que íbamos… ¡No conviene dejar pasar de largo ni una sola de las recetas que nos ponen en forma!
De ahí que no debamos olvidarnos de recordar al querido lector que nos salva, pues nos mantiene más jóvenes, la homeopática disciplina de no leer el periódico antes de pasados uno o dos días desde su publicación. ¡Así nuestras células, al ralentizar la vuelta anual de la Tierra en torno al Sol, ganan hojas al calendario! Nos salva el siempre sonriente Mario Cabré, infalible ariete en la venta de neveras Leonard. Nos salva Mangas Coloradas, jefe de la carga -con Gerónimo, otra vez él, sí, entre sus guerreros- contra el ejército mexicano en Pozo Hediondo, el Little Big Horn apache. O nos salva, asomándonos a Youtube -ya venimos anunciándolo- el potencial vitamínico para el cerebro y salvífico para el alma que supone volver a ver Los Roper, Kojak, La Clave… ¡Ahí no hay que bajar la guardia!
Nos salva también de deprimirnos por naderías la recuperación de viejos ejemplares de El Alcázar o Diario 16 y volver a leer en ellos la columna de hoy -la de hoy, sí- de Vizcaíno Casas, y la crónica del segundo paseíllo en Las Ventas de Pepín Jiménez con Yiyo también en el cartel, y las noticias frescas sobre Gadafi o Tejero y las novedades de la cartelera madrileña con María José Nieto en Pasapoga, Raúl Sender en Xenon, los estrenos de Los perros de la guerra, Gente corriente, Garganta profunda negra… Y es que todo iba mucho mejor cuando lo clasificado “S” etiquetaba al summum concebible de perversión.
Nos salva -¿cómo no?- la regular escucha de canciones mafiosas como ´Ndrangheta, camurra e mafia o Sangu chiama sangu y a Beyoncé antes de salirse de las Destiny´s Child. Nos salva además a quienes vivimos aquí, en Extremadura, Túbal, patrón tutelar y milagrosa egrégora de la Península desde antes de que Hércules, Hispán o San Vicente la pisaran y recorrieran. Ya lo recordó el padre Mariana: “Túbal, hijo de Jafet, fue el primero que vino a España … enviado a lo postrero de las tierras donde el sol se pone”.
Y es que nos quejamos, sí, pero… ¡nos salvan tantas cosas! ¡Y están tan a nuestro alcance!
Nos salva -¡y cómo!- imaginarnos volviendo a admirar aquel par de jarrones de cerámica de Talavera de más de un metro de altura con que obsequió su peña madrileña a Gallito de Zafra con ocasión de su boda con la señorita sevillana María Garduño. ¡Corrían los días en que las fotos de Cagancho, ya empezando a sonar como novillero, eran exhibidas como postales de estatuas del dios Horus en los escaparates de las calles de Sierpes y Peligros! Y, además de esa gozosa ensoñación, nos salva la bucólica pastora nepalí Lhakpa Sherpani, de Khumjung, que a sus diecisiete años vio al yeti y cuyo testimonio sigue ahí, sin ser rebatido por los científicos de pacotilla.
Nos salvan Gorbachov y su hija Anastasia anunciando por Navidad Pizza Hut con orégano en los intersticios de los dientes. Nos salva pasar por la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión y constatar que siguen sin agotarse las tiradas de El día en que China despierte de Alain Peyrefitte, La tesis de Nancy de Sender y La gente de Smiley de Le Carré. Nos salva desde El Cairo Zahi Hawass con su declarada esperanza de descubrir pronto -sí, pronto- la tumba de Cleopatra y Antonio. Nos salva el monasterio de San Juan de la Peña, uno de los lugares donde nos gustaría que en un mañana lejano -confiamos para eso de la lejanía temporal en Aubrey de Grey- el Temple custodiara nuestras cenizas. Nos salva el Duende con la escucha de La cocalita de Salomé Pavón, ya en todas las plataformas, al igual que la nueva siguiriya de David de Jacoba. Nos salvan la fusta justiciera de Coto Matamoros, el florete del padre Apeles y la carraspera justiciera del subcomisario Amedo. Gracias a las hemerotecas y a Oliver Stone nos salvan también los últimos días de Lee Harvey Oswald, escrutados a toro pasado por un Kevin Costner que también nos salva a tiro limpio, en Yellowstone, de cualquier chulo que se pase de la raya.
Desde la misma época en que el fiscal Garrison nos quiso salvar llevando a juicio a los maricallos de la facción sodomita de la conspiración que acabó con Kennedy, nos vienen también salvando el pellejo del alma -desde 1966, en concreto- Sabicas y Joe Beck con aquella zambra psicodélica grabada para Rock Encounter. Nos salva S. S. Juan XXIII orando en el Angelus por los cosmonautas Nikolayev y Popovitch. Nos salva Jünger haciendo solitarios ya pasados los setenta. Nos salvan los leones cuatrillizos amadrinados en el zoo de Varsovia por la gran actriz María Zawadzka. Nos salva María Rasputín demostrando que, gracias a la fe ortodoxa, se puede hipnotizar a un oso, como el faquir Daja Tarto hacía con los toros de lidia. Nos salva evitar los polvos que desembocan en lodos y centrarnos en los que nos convienen: los polvos Tokalón, cosmético parisino en la línea de Aubrey de Grey ya en 1934, pues nos garantizaban -y garantizan, si la empresa aún funciona- un rejuvenecimiento visible y palpable de cinco años de edad por cada aplicación sobre el cutis.
¡Sí! Lo hemos leído. La sonda soviética Cosmos 482, lanzada en 1972 rumbo a Venus pero que no logró abandonar la órbita de la Tierra, está ahora a punto de regresar y de caer en un lugar indeterminado de nuestro planeta. ¿Cómo? ¿Que ya ha caído? ¿En el Oceáno Índico? ¡Mejor me lo ponen! ¿Ven? Ya nos hemos salvado de otra! ¡No teman, pues! No lo duden y pongan en práctica nuestros consejos. El periódico dos días más tarde, fe en Túbal y Aubrey de Grey, Saint-Germain, Los Roper, arroz caldoso con bogavante… ¡Perseveren y todo irá bien!
En cuanto a nosotros, queridos lectores, no les abandonaremos. ¡Seguiremos! Porque si de lo que se trata es de salvarse, cada segundo cuenta y ningún remedio es baladí. Por nosotros, ¡que no quede!


