Under the clock
7 de septiembre de 2019
Día de lluvia en Nueva York.
A Rainy Day in New York (USA; 2018, 2019)
Black cata cree across my path until I’m almost mad
I must have roused the Devil’s wrath ‘cause all my luck is bad
I make a date for golf and you can bet your life it rains
I try to give a party but the guy upstairs complains
I guess I’ll go through life just catchin’ colds and missin’ trains
Everything happens to me. Irving Berlin.
FRANK G. RUBIO
Una joven pareja enamorada de universitarios se dispone a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella va a entrevistar a un reconocido cineasta que pasa por un momento de crisis creativa, durante su azarosa aventura conocerá a un cautivador actor con sangre hispana (un profundo subnormal, obviamente) Por su parte el chico también conocerá a una joven que le ayudará a poner en orden sus sentimientos. El lluvioso fin de semana estará plagado de encuentros, desencuentros y equívocos. Recorremos un Nueva York inmortal pleno de secretos manifiestos a plena luz del día en las salas de sus museos (descenso ad inferos y juegos de escondite) y en sus fiestas. Un laberinto romántico y cómico que se nos mostrará mágico donde la lluvia (allá cuando el cielo se une con la tierra) y el jazz reconducirán a cada uno hacia su destino; destino que a veces implica descubrir y asumir verdades incómodas pero necesarias.[1]
Vivimos tiempos en los que una subnormalidad intensa y abyecta campa por sus respetos, más allá de los callejones de borrachos o los manicomios donde en el pasado estaba perfectamente residenciada y consignada. Esta película de Woody Allen, de una calidad sobresaliente, se ha convertido por mor de la pestilencia que nos inunda (y vehicula la infecta política de nuestras seudodemocracias) en insensatamente polémica[2]. Un crítico hostil, muchos lo son para mejor seguir la línea general, la ha acusado de rezumar melancolía y oscuridad. Otro mentecato que no se entera… pero hombre si eso es lo mejor…
Comedia romántica de gran ternura y sutileza, con momentos brillantes humorísticos y satíricos, que tiene, al margen de la virtud de recuperar para nosotros la magia del viejo Nueva York, uno de los rasgos más destacados de este cineasta a quien tantas cosas buenas hemos de agradecer, la virtud de actualizar sus concepciones sobre el amor haciendo protagonistas del film a varios adolescentes. Los actores escogidos, sobre todo los protagonistas, los más jóvenes: Timothée Chalamet, Elle Fanning y Selena Gómez dan un auténtico recital de buen hacer interpretativo. En la vida real dos de ellos se han comportado con el director como auténticas ratas.
Estamos lejos de la bazofia que sobre las nuevas generaciones emiten nuestras series televisivas y la mayor parte de nuestro cine. El amor romántico…al que hace poco una descerebrada denostaba postulando el profundo pensamiento de que perpetúa la desigualdad…En esa linea de vulgaridad y resentimiento a la que son tan aficionadas las feministas, no solo españolas, vale la pena consignar la crítica, obviamente negativa, que en Eldiario.es perpetra Mónica Zas Marcos. Aportando el ingenioso hallazgo conceptual, que acompaña al título de su critica: …la cinta tormentosa de Woody Allen no llega ni a chirimiri. Acerquémonos pues a esta critica por lo representativa que es de un punto de vista harto difundido:
“Día de lluvia en Nueva York repite códigos de forma vaga y fracasa al intentar llevar a la actualidad una juventud salida de sus dorados años 60. Es ficción amable que no entra en berenjenales”. Que el lector juzgue por sí mismo leyendo en su totalidad las rudimentarias alusiones al film. Algo muy feo pasa en el mundo entero pero en España, donde el número de estúpidas supera con creces la cuota que por sexo correspondería, pasa aun más.
El amor romántico es una de las poquísimas cosas importantes en esto tan funesto, doloroso, confuso y a la vez mágico que denominamos la vida; un misterio intimo y trascendental, como lo es la muerte con la que está marcadamente asociado. Durante el pase de prensa comprobé sorprendido, estaba prácticamente llena la sala, que había una proporción de hombres con relación a mujeres de 4 o 5 a 1. Los abundantes minutos de odio del MeToo, percutidos de manera sistemática por la mayor parte de los medios desinformación de masas no pasan en balde. Tomando en cuenta este último detalle resulta bastante grotesco leer la entrevista, que se marca al director neoyorquino, el mediocre ególatra llamado Fernando Trueba.
El 13 de octubre se publica en el diario El Mundo una entrevista realizada en París con el siguiente titular: Woody Allen a Fernando Trueba: «Soy muy pesimista sobre el cariz de las cosas. Por ejemplo, el surgimiento de la extrema derecha». En julio había comenzado el rodaje en San Sebastián de su última película. Lugar donde, si hubo alguien que se opuso a su presencia y expuso su deseo de expulsarle fue Bildu, pero dado que la produce Mediapro (Jaime Roures) esta frase absurda con la que encabeza la entrevista el ínclito Trueba tiene su explicación.
Se marca nuestro egosaurio una introducción sobre el cineasta norteamericano casi tan larga como la entrevista misma y atribuye a las redes sociales, sin citar para nada al MeToo ni a la extrema izquierda abertzale, los problemas de Woody Allen. La idea de que una película de Woody Allen fuera a quedarse en un cajón, de Amazon, y que los amantes de su cine nos quedásemos sin verla por miedo a las reacciones de las redes sociales, por un asunto del que ya fue absuelto en dos ocasiones por los tribunales, por la maldita corrección política o por lo que sea, me sublevaba.
Obviamente aprovechará todo momento para promocionarse, tratando de ponerse siempre al nivel de Allen; llega a hablar de su película Calle 54 sobre la cual nuestro neoyorquino no tenía, afortunadamente para él, ni idea. Este es el nivel de nuestra crítica: la de “los de arriba” y la de “los de abajo”.
La película vale la pena y durante hora y media podrán evadirse de una realidad que cobra visos cada vez mas amenazadores. Con relación a esto último, Camille Paglia termina así un artículo reciente:
Las películas están retrocediendo. Muchos jóvenes, encerrados en sus teléfonos celulares en miniatura, ya no valoran el escrutinio paciente de una imagen proyectada en pantalla grande.
Además, como los mensajes de texto se han convertido en el discurso predeterminado para toda una generación, la capacidad de leer expresiones faciales y lenguaje corporal de la vida real sufre un proceso de atrofia alarmante.
Una falta continuada de comunicación sexual y rencor amargo avanza. Pero gracias al milagro de la tecnología, la mayoría de las grandes películas de la historia de Hollywood ahora son fácilmente accesibles: una epopeya colectiva de emociones complejas que una vez capturó magníficamente la magia y la mística del sexo.
Llega de nuevo otra edad oscura, traída esta vez por los epígonos terminales de los abanderados del progreso. No debemos olvidar sin embargo lo que sucedió en los intervalos:
La vida real sirve sólo para quien no puede encontrar nada mejor…
[1] Tomado el texto, con modificaciones y añadidos propios, de Film Affinity.
[2] Película rodada en 2017, cuya producción coincide con las insensateces fanáticas del MeToo. Amazon, que se encargaba de su distribución, se negó a ello alegando muy vagas razones. Woody Allen les ha demandado por más de 64 millones de dólares y ha recuperado, hace unos meses, los derechos de distribución para los Estados Unidos.