La cabeza de Bentham
12 de noviembre de 2013
Alberto Ávila Salazar
Que Jeremy Bentham es el padre del utilitarismo lo sabemos casi todos, pero que su cuerpo se encuentra disecado en el University College de Londres lo sabe menos gente. Hay personas que, a la hora de dictar su testamento, tienen ocurrencias muy inusuales, Bentham fue uno de ellos. Pidió que su cuerpo fuera utilizado con fines científicos y que, una vez le hubieran sacado todo el provecho posible, fuera disecado e introducido en una gran urna de cristal.
El pensador británico falleció en 1832 y sus causahabientes se preocuparon de llevar a buen término sus últimas voluntades. El médico inglés e íntimo amigo de Bentham, Thomas Southwood Smith, conservó durante casi dos décadas el cadáver en su casa. Sin embargo, en 1850, el University College le expresó su interés de hacerse cargo del cuerpo.
El tratamiento de taxidermia que había sufrido el finado había consistido en un vaciado, posteriormente se había rellenado de paja el cuerpo, vestido y colocado en posición sedente. Su cabeza no tardó en corromperse, empezó a adquirir una tonalidad negra y un aspecto decididamente siniestro, por lo que se decidió sustituirla por una reproducción de cera y poner la original a los pies del cuerpo.
Es la cabeza lo que nos interesa, por supuesto. En este caso estamos tratando una decapitación post mortem y realizada siguiendo un protocolo quirúrgico. Sin embargo lo interesante es el destino que tuvo el privilegiado cráneo del filósofo.
Después de ser seccionada y ocupar un espacio de honor a los pies de Bentham, decidieron retirarla y ponerla a buen recaudo. Este fue el momento en el que aquella cabeza comenzó su accidentada andadura. Y es que empezó a moverse más que cuando ocupó su lugar, bien inserta en su cuello.
Sufrió varios robos siendo el más enigmático el que luego la restituyó en la consigna de una estación de tren de Aberdeen; sin embargo, el episodio más grotesco vino a finales del siglo XIX, cuando un grupo de estudiantes la robaron con el único fin de jugar un partido de rugby con ella. En 1975, otro grupo de estudiantes del King College la robó nuevamente, aunque en este caso, el objetivo no era deportivo, sino filantrópico. Pidieron un rescate por ella de cien libras esterlinas, que la institución universitaria logró reducir a apenas diez. En todo caso, la magra cantidad acabó llegando a una asociación de personas sin hogar.
Desde esa fecha no me consta que haya habido ningún intento de robo más y, por lo visto, dicen que reposa en la oscuridad de una caja fuerte bajo una de las bóvedas del University College londinense. Sin embargo no me cabe la menor duda de que esa no es manera de tratar a una cabeza tan aventurera y deportista. Bentham tiene que estar aburriéndose terriblemente allí dentro, deseoso de volver a llamar la atención de la juventud.
Bertrand Russell elogió en una ocasión el utilitarismo subrayando su limpia austeridad intelectual y su enorme influencia. La cabeza de Bentham, sin embargo, no conoce de ejemplaridades filosóficas, solamente quiere que la saquen un rato. Que marquen un gol con ella, que le den un par de patadas. No pide mucho.