Entrevista a Alberto Adsuara

Entrevista a Alberto Adsuara

3 de octubre de 2021 0 Por Ángulo_muerto
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por Frank G. Rubio

Alberto Adsuara (Valencia, 1961), es autor de numerosos libros y artículos sobre temáticas de arte, estética y literatura. Fue colaborador durante más de una década de la revista Archipiélago; actualmente es profesor de la Escuela Superior de Arte y Tecnología, ESAT. Entre sus obras destacar: De un espectador cansado (2009), El lacónico, un hombre de cine (2010), De otro(s) Mundo(s). Una aproximación al paisaje sintético (2013), Padres y adolescentes acobardados frente al sexo (2019) y los recientes, publicados en la Editorial Sequitur (2020): Zizek, qué fácil lo tienes y Del Arte y su obsolescencia (Carta abierta al mundo del Arte post-pandemia).

  1. La Pandemia está sacando a la luz más defectos que virtudes en nuestros procesos societarios. Tanto en tu libro sobre el filósofo esloveno, como en el consagrado al Arte contemporáneo, dejas bastante clara esta cuestión. Comencemos por el final: ¿tus apuntes y conclusiones se han visto modificados en alguna manera por la evolución de los acontecimientos en meses posteriores a su publicación? En concreto, señalar que no abordas el pensamiento de Zizek durante la pandemia…¿cubrirán con los fondos europeos la merma de los “sufridos” artistas contemporáneos?

En efecto, con la pandemia se ha instalado definitivamente el más mostrenco de nuestros procesos societarios, la burocracia, que sirve fundamentalmente para dos cosas: para controlar totalmente la sociedad y para encubrir todos los rastros de corrupción. Y no podemos olvidar, aunque demasiada gente lo hace, que la monstruosidad de la burocracia viene cada vez más avalada por los organismos supraestatales. Respecto a su pregunta debo decir que el pensamiento de Zizek acerca de la pandemia resulta irrelevante. Llevaba toda su vida deseando la llegada de una catástrofe (tal y como queda  reflejado en Zizek, qué fácil lo tienes) y cuando ésta llega se pone a balbucear como un niño; su libro es malísimo. En cualquier caso mi libro sobre Zizek trataba fundamentalmente de refutar el suyo En defensa de la intolerancia (Sequitur), un libro perfectamente representativo de la esquizofrenia que padecen respecto al concepto de libertad los que viven instalados en la deriva reaccionaria de la izquierda. Y respecto a la última pregunta: por supuesto que la cubrirán y por dos razones: el modus vivendi del sector del arte en particular y de la cultura en general, lleva años dependiendo de las subvenciones, otra forma de control societario. Por otra parte ese control resulta necesario para quien propone sociedades cerradas (contrarias a las abiertas propuestas por Popper, La sociedad abierta y sus enemigos), siendo los artistas y culturetas los principales amigos de ese tipo de sociedades cerradas. Y mientras los liberales no sean conscientes de esto la batalla cultural la tendrán perdida.

  1. Con relación al Arte hay un antes y un después en relación a la caída de Lehman Brothers.

Desde luego, el caso de Lehman Brothers y las subprime es la bisagra de un cambio de paradigma, pero no tanto por lo que supone en sí mismo, aunque también, cuanto porque coincide con el asentamiento definitivo de youtube, la irrupción de Twitter, Instagram y el perfeccionamiento de todas las redes sociales (RRSS) y millones de aplicaciones, que democratizaron el pensamiento y el arte, hasta entonces reservado a unos pocos. La influencia que han ejercido todas esas RRSS sobre el pensamiento y el arte han sido, lógicamente, determinante. Por una parte deja de haber diferencias entre Opinión pública y Opinión publicada porque todo el mundo opina, pero lo hace, precisamente, cuando gracias a las mismas RRSS ya nadie se toma en serio la lectura, única forma real de conocimiento. Por otra parte, las RRSS han conseguido lo que el arte dijo perseguir durante toda su existencia (desde Hegel), su democratización. El problema es que cuando ha llegado esa ansiada democratización, a quienes menos les ha gustado es a los mismos componentes del mundo del arte. Y por eso trabajan todos (comisarios, artistas, críticos…) sin descanso para sus correspondientes concejales de cultura o para los directores de museos subvencionados por la administración. Expresando con su arte lo que, casualmente, coincide a la perfección con la ideología de quien lo paga. Así, claro que hay un antes y un después, lo que sucede es que hay dos formas de inercia que aún despista a quienes viven de él o lo intentan: la económica (demasiado dinero invertido) y la nostálgica (sentimentalismo barato). El problema real es que los integrantes del mundo el arte se creen libres, no pudiendo ser otra cosa que los actuales bufones de sus amos.

 

  1. En la medida que el Arte no tiene ya que ver con la belleza ni con la destreza, cuando ha devenido ya sólo una mecánica de generación de imágenes, Internet ha implicado su drástica democratización…y su colapso.

Lo que demuestra que haber construido la idea del arte a partir de Hegel no fue un gran acierto, aunque esto sería largo de explicar. La cuestión es que para el filósofo –la historia de- el arte era una epopeya a través de la cual el espíritu humano conquistaba su libertad, con el famoso despliegue del Espíritu. Pero la verdad es que lo que nos hemos encontrado, con el Espíritu ya desplegado, es por una parte un mundo periclitado y rancio que aún cree en la Idea de Arte (sic), y por otro una muchachada enorme y microcefálica que sólo cree en su ombligo. Todos los adoradores de Hegel han considerado equivocado a Gombrich, uno de los pocos que lo cuestionó con mucha solvencia y con una prosa excepcional. Algo que no tiene nada de casual si sabemos que era amigo de Popper y de Hayek, personajes que también andaban equivocados según los intelectuales admiradores de Hegel, siempre tan atentos al posmarxismo en general y al maoísmo en particular. Ya más adelante se hicieron followers de Keynes, cuando descubrieron el Archipiélago Gulag, pobrecitos, pero nunca se liberaron ni de Hegel ni del efecto místico producido por las lecturas de Adorno, Marcuse, Althusser y Foucault y en general toda la Escuela de Frankfurt.

 

 

  1. La intolerancia de nuestra “izquierda” tiene una manifestación permanente en los devaneos retóricos y metamórficos del insignificante Pablo Iglesias, una criatura con cierto pedigree zizekiano. Su última aportación, ya sin coleta y con Luger imaginada, da cuenta de ello…

Todo gobernante necesita poseer un punto de psicosis, pero no de psicopatía, y la alineación astrológica ha querido que hayamos tenido no uno sino dos gobernantes con una vanidad desmedida y una falta de empatía monstruosa, Presidente y Vicepresidente. Además de poseer ambos el mismo grado de ignorancia que caracteriza a toda la clase política del hoy, especialmente la que representa a los amantes del intervencionismo, que sólo tienen que mostrar sus buenas intenciones para gustar a los demás y dejar su conciencia tranquila. Para hablar del cruce ideológico puedo ponerme como ejemplo porque llevo viviendo en el mundo del arte y la cultura toda mi vida: en tanto que liberal me gusta toda la escuela austriaca, pero leo a Zizek, Badiou, Ovejero, Chul Han y Piketty, además de haber leído a Marcuse, Foucault, etc, sin embargo no he conocido nadie de mi entorno que declarándose amante del intervencionismo y la redistribución haya leído nada de la escuela austriaca, y mucho menos un libro de Axel Kaiser o de Huerta de Soto. Y sin embargo hablan como papagayos. De alguna forma puede decirse que Gramsci ha vencido a Keynes… por mucho que Keynes siga presente a través de los representantes blanditos de la nueva izquierda reaccionaria. Que callan como puertas ante injerencias de los suyos que resultan absolutamente indignas.

 

  1. Recientemente durante una disertación de Enrique Galán sobre psicoanálisis jungiano, escuche algo muy significativo: el psicoanálisis del maestro de Zurich, que obviamente resultó claramente censurado y marginado durante la época de Franco, hoy encontraba como directo adversario el galimatías lacaniano y sus prédicas antisujeto. A mi juicio una de las piedras de toque del advenimiento de esa forma de barbarie a la que nos referimos como “posmodernidad”…

Una cosa sería hablar del psicoanálisis como terapia y otra como teoría. Yo sólo me quedo con lo segundo pero hay que llevar mucho cuidado en ver hacia dónde se dirige esa teoría. Lacan y su falso relativismo circense (“la mujer no existe”, “no hay relación sexual”) han hecho un daño inmenso en las torturadas mentes de sus seguidores. Con Lacan pasa lo mismo que con Zizek, que pone muy cachondos a quienes no acaban de entenderlo del todo. Aún recuerdo los inicios de Podemos, con Pablo Iglesias y Jorge Alemán y Lacan y Laclau de telón de fondo… qué tiempos, no había quien entendiera nada pero cada vez tenían más votantes. Sólo hubo que dejar pasar el tiempo para comprobar lo poco importante que resulta Laclau cuando lo que uno tiene es “un proyecto de familia” (Iglesias dixit). Lo que no ofrece duda es que en el derribamiento de lo simbólico entendido como forma de sujeción tanto social como individual hay autores que han ido siendo definitivos, y que sus followers son, a día de hoy, fundamentalmente anacrónicos y sectarios.

 

  1. Hablamos de los followers de Zizek: esas buenas gentes que se apiñan, entre otros lugares, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (templo sin duda de la excelencia) pero ¿cómo son las nuevas clientelas del Arte contemporáneo? Ha llovido mucho desde que la aristocracia y la Iglesia patrocinasen todos esos objetos que tanto nos gustan…

Yo soy muy cuidadoso cuando utilizo el concepto buena persona porque me da miedo saltarme a los estúpidos o a los extraordinariamente canallas. Una cosa es que alguien posea buenas intenciones y otra bien distinta el mal que puede hacer con ellas. Y si alguien se caracteriza por hacer el mal al otro no es una buena persona. Por otra parte, hasta el mismísimo Vito Corleone tenía mucha gente alrededor que no habría dudado en calificarlo de buena persona. Y quien dice Vito Corleone, dice Carlos Slim o Zizek, que ha estado años deseando una catástrofe mundial para tener más posibilidades de imponer su ideología. Respecto al arte y su clientela sólo puedo decir que la última vez que fui a ARCO, hace unos 4 años, los coleccionistas ya iban en sillas de ruedas empujadas por mujeres recauchutadas, todo un verdadero espectáculo. Las RRSS han racionalizado los precios (que llegaron a ser disparatados) y han eliminado millones de intermediarios, dos cosas que impiden la existencia del Arte tal y como lo hemos entendido durante 250 años. El Arte ha tenido realmente una historia muy corta. Comenzó cuando los compradores dejaron de ser los curas, los reyes y los aristócratas y pasaron a ser los burgueses. Este cambio de clientela es lo que otorgó al arte su especificidad propiamente moderna: la libertad. Es decir, el Arte Moderno sin libertad carece de sentido. Y el arte del hoy es, más allá de las excepciones que vienen dadas por la inercia, pura sumisión. Pero también lo es el cine en su inmensa mayoría y todo el teatro.

  1. Artistas y filósofos en nuestra época son poco más que aspirantes a funcionarios, muchos lo son de facto, de un sistema que por lo que vemos ahora proyectado en los muros de la caverna no parece precisamente una sociedad abierta o creativa…

Nos encontramos en una sociedad estrictamente cerrada y, lo que resulta más importante, sin apenas enemigos, por seguir con la analogía de Popper. Un porcentaje muy elevado de personas aspiran a ser funcionarios, cierto, pero es que además están deseando que papá Estado les solucione todos sus problemas. Y esto no es sino una forma de pedir más control y menos libertad. Así es imposible llegar a ningún sitio. Si a todo ello le sumamos la inexistencia de intelectuales que luchen por la libertad… Y a todos los artistas (los otros, los de las tablas) siguiendo al pie de la letra las instrucciones que les dicta la corrección política…

  1. Háblenos por favor de la fusión del Arte con “lo social”, un viejo ideal de gaznápiros que cuando se materializa deja asomar su patita…

Como decía antes, en eso consiste la paradoja que sostiene a lo que por inercia seguimos llamando arte: mientras el arte se ha ido democratizando ha surgido una casta de artistas que intentan profesionalizar su producto trabajando con las ideas que sostiene su amo, que no es otro que el concejal de turno, o el director de museo acobardado ante la corrección política. Así que ahora estamos como antes del “despliegue del Espíritu”, con los artistas trabajando para el obispo de cultura o el duque de la sostenibilidad, pero con la peculiaridad de que se creen libres y eso no puede sino resultar patético. Así, tenemos las dos partes en actual juego institucional del llamémosle arte: los políticos, que sólo buscan lacayos que les sirvan y los artistas que les sirven por un plato de lentejas. Pero, por si no me he sabido expresar bien: todo lo dicho se encuentra al margen del producto más o menos artístico que se mueve por RRSS, que me merece todo el respeto, por supuesto.

  1. La nueva pulpa para el mito izquierdista: la demonización de la clase media, por no ser portadora gozosa de antagonismos diseñados en laboratorios impensables, quizá no muy lejanos y financiados por los Bancos.

A mi juicio el verdadero cáncer de la actualidad es la corrección política, que es un invento de la izquierda anglosajona que se ha impuesto en todas las sociedades supuestamente desarrolladas y civilizadas. No nació de una demanda social, fue un invento político de la izquierda en la que se sintió rápidamente cómoda la derecha más acomplejada. Y se ha extendido a modo de metástasis. La economía de un país apenas tiene influencia sobre los votantes; de alguna forma Gramsci ha vencido a Keynes como decía antes. Tanto es así que los verdadero liberales lo tienen cada vez más difícil porque además de tener que luchar contra su opuesto (la socialdemocracia) tiene que también luchar ahora contra los organismos supraestatales y contra el IBEX 35, todos abducidos por la corrección política, es decir, por las estrategias de Gramsci que controlan y dominan la batalla cultural.

 

  1. Posmoderno, poshumano, feminismo cyborg…¿hasta dónde vamos a llegar en pobreza cognitiva y estética del brazo algorítmico de las grandes corporaciones? El impacto político y estético ll va haciéndose notar hace ya años. Nada de esto sorprende a quienes llevamos leyendo ciencia ficción desde nuestra infancia.

Una de las principales tesis que sostengo en el libro que espero publicar en breve (El hoy de la violencia) es que en realidad hemos pasado del malestar en la cultura (Freud) al sujeto del malestar, un sujeto que encuentra permanentemente frustrado a pesar de vivir más cómodamente que nunca. No hay tanto una sociedad del malestar cuanto una sociedad conformada por individuos permanentemente molestos y potencialmente agresivos. Pero molestos, no tanto por una angustia vital, cuanto por una extraña combinación fatal de nihilismo -indiferencia hacia el futuro a largo plazo- y sadomasoquismo selfie -odio/amor a uno mismo-. Ante sujetos tan propicios a la ansiedad y la depresión el transhumanismo tiene el camino allanado.

¿Hay algo que se pueda hacer?

Sin duda, librar la batalla contra la insensatez sin miedo y sin complejos. Otra cosa sería saber quién lo va a hacer, porque la inmensa mayoría de la gente se encuentra adoctrinada y ni siquiera lo sabe. Por ejemplo, se apuntan al feminismo sin preocuparse en distinguir lo casuístico de lo estructural porque en realidad les importa una higa el problema mientras no les toquen su ombligo, o les importa muchísimo pero por el goce psicótico que les proporciona la lucha, de otra forma mirarían anualmente las exhaustivas estadísticas que publica el Consejo General del Poder Judicial… y comenzarían a aprender y conocer la realidad de las cosas. Como la gente que se apunta a lo del cambio climático sin saber nada ni de energías alternativas, ni de energía nuclear, ni de ciclos climáticos, ni de manchas solares, ni de deshielos, pero, eso sí, tienen en casa sus 5 contenedores de basuras tipológicas. En el Conocimiento está la clave, así que la solución es cosa de suma de individualidades curiosas y valientes. Algo que podemos esperar de la gente corriente aunque sea muy poco a poco, pero no de la casta intelectual, que vive con el esfínter apretado desde hace muchos años.