EDUARDO ÚNICO Y QUERIDO…

EDUARDO ÚNICO Y QUERIDO…

9 de enero de 2025 2 Por Ángulo_muerto
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JOAQUÍN ALBAICÍN

Foto: Archivo Familia Albaicín-Pavón

Acabo de escribir sobre La Chunga y la querencia de los grandes a irse entre Nochebuena y Reyes y, para comunicarme que se está yendo a su vez El Güito, me llama Joaquín San Juan, su gran amigo y su principal sostén anímico desde la pérdida en accidente de tráfico de su hijo. El día tose nublado y ventoso en Almendralejo. Supongo que también -y con mayor motivo- en Lavapiés y París.

Escribir sobre El Güito, a quien con sólo diecisiete años proclamaron mejor bailarín del mundo en el Teatro Sarah Bernhardt de París, me resultó siempre de lo más sencillo, no sólo por la admiración que le tuve y tendré y el cariño mutuo de todos sabido, sino porque nada inspira más a un artista que las intuiciones y estremecimientos de otro artista. Hay que echar otra vez mano del archivo, y de aquel año parisino es la foto con que ilustramos estas líneas, esta de El Güito respondiendo: “¿Dígame?”… mientras le entrevistaban para la revista del mismo nombre, pregón de toros, teatro y cine dirigido por K-HITO durante toda la posguerra.

-¿Dígame?

-Ya le han sedado -suena la voz de mi tocayo, quebrada en el otro extremo de lo que antes era el hilo.

Eduardo Serrano Iglesias El Güito a mí me ha tenido casi toda mi vida sedado, porque su danza era un cuidado paliativo sin el que, seguramente, habría afrontado los sinsabores de la vida con mucha menos valentía, inspiración y garbo con que lo he hecho. Su baile de duende verdoso fue el cabal equivalente flamenco del toreo de Rafael Albaicín, que le acompañó al piano ante Gary Cooper en la inauguración del Hilton cuando él apenas tenía diez años, con lo que ya está casi todo dicho y entendido. ¡Aquellos muletazos que tan bien recreaba de salón mi tío Josele en el Moka, junto al antiguo Amor de Dios! Un sello y una plasticidad intransferibles. Una insinuación cervical que hacía que los Jardines de Cecilio Rodríguez se vinieran abajo.

Vemos su foto junto a Juanito Villar en Vista Alegre la tarde de Paula con los seis toros, con La Paquera, Arturo Pavón, Enrique Ortega y El Príncipe Gitano también en el tendido. Y otra con Arturo Pavón, Luisa, Enrique y Manuela Ortega ante el templo de la Macarena. Y un retrato que le hizo Elke Stolzenberg hará cuarenta años en el que parece ya iniciar el viaje que ahora ya sin posible vuelta atrás ha emprendido. Y permanecerá El Güito siempre asociado en mi retina a Manuel Santiago Maya Manolete, dos bailaores y amigos del alma que se admiraron con toda la naturalidad del mundo.

Me contaba Güito de Carmen Amaya, de mi bisabuela Agustina, de Pilar López, de Caracol, de Camarón, de los Pelaos, de Farruco, de Flamenco Puro en Nueva York y Sabicas que se acercó a verlos… De cómo su zapateado en el Casino de Alejandría fue, ignorante él de ello, la señal de los conspiradores para la proclamación en Egipto de la revolución nasserista. Después parece ser que las fechas no cuadran del todo, pero no es eso lo que importa. Lo crucial es la referencia intrahistórica, el redoble onírico de pies, la sustancia sutil que envuelve y guía la verdadera Historia hasta la consumación de los Tiempos.

Escucho por siguiriyas a Manitas de Plata y por soleá a Indio Gitano. Me pongo otra siguiriya, esta de Jerónimo Maya. Y otra de mi tío Mario Escudero, y el mi camino es pasajero de Pastora… Y me parece volver a saborear aquellos whiskies de amanecida en el Tauro. ¡Hasta siempre, Eduardo único y querido!