Un experimento social

Un experimento social

10 de junio de 2013 0 Por Ángulo_muerto
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Anita Haas

– ¡Tenemos que decírselo!
Exclamó Chris, interrumpiendo de golpe las carcajadas de sus amigos.
Curtis y Mark le miraron, con la boca abierta. Curtis fue el primero en hablar:
– ¿Qué dices, hombre? Si justo ahora está empezando la diversión.
– Bueno, simplemente pienso que debemos cortarlo ya. Se nos ha ido de las manos. Esto podría destruir su vida. Se lo decimos, o lo paramos.
Repuso Chris. Bajando la voz, Mark replicó:
– Cállate, que viene.
A continuación agregó mirando a Chris:
– ¿Y qué te pareció el partido de anoche?.
Chris entornó los ojos, avergonzado por la falta de tacto de Mark. Era obvio que estaban hablando de Russell, para cualquiera. De ese Russell que había demostrado ser el mayor de los incautos.
Volviéndose hacia Russell, Mark agregó:
– Ven, que no te habíamos visto.
Los tres se movieron para hacer sitio en la mesa al recién llegado, y él se sentó con su bandeja, completando el cuarteto de compañeros, en el comedor de la gran empresa donde trabajaban.
– ¡Hola!
Saludó Russell, sin mirarles realmente y sonriendo muy a gusto. Había estado así durante los últimos tres meses. Desde que empezó el experimento.
– ¿Qué tal está Trisha?
Le preguntó sonoramente Mark, revelando un interés excesivo.
– Muy bien.
Contestó Russell, un poco avergonzado, mirando su plato. Estaba realmente nervioso debido a la noticia que escondía.
– ¡Vaya! ¿Muy bien, sin más? ¿Nada nuevo?
Insistió Curtis. Chris le miró de forma amenazadora, preguntándose cómo podían ser tan desalmados e insensibles. Lo peor es que fue él mismo quien urdió el plan. Su único consuelo estribaba en que el pobre e ingenuo Russell jamás podría sospecharlo. Ni en un millón de años.
Entornó los ojos y recordó.

—–

Todo había empezado tres meses atrás, en efecto. Precisamente en esa misma mesa que ocupaban ahora. Russell había estado de baja algunos días, por sus problemas con el asma, y sus compañeros aprovechaban para hablar de él.
– Hey, ¿y si le buscamos novia a nuestro amiguito? comenzó Mark.
Chris sonrió sin convicción y Curtis soltó una risotada diciendo:
– Vamos, hombre! ¿dónde vamos a encontrarle novia? Es tartamudo, huele mal, vive con su madre y es incapaz de mirar a la cara cuando se habla con él. ¡Seguro que todavía es virgen!.
Sin embargo, Mark insistió:
– ¿Y qué? En algún sitio habrá alguien como él. Alguna infeliz fea y tímida deseosa de amor.
– Sé realista. Incluso esas saldrían pitando al verle.
– Pero.. ¿y si ella no le viera?
Terció Chris de repente. Sus amigos volvieron la vista hacia él, y Mark preguntó
– ¿Qué quieres decir? ¿Qué le busquemos una ciega?.
Indiferente a las carcajadas de ambos, Chris repuso:
– No. Hablo de gente que se conoce por Internet. Ya sabéis, webs para hallar pareja, chats, facebook… todo eso.
Mark miró a Chris como si éste fuera idiota, argumentando:
– Sí, claro, pero hace falta una mujer que esté interesada. Y no podemos inventarla.
– ¿Cómo que no podemos?
Respondió Chris.

—–

Y así fue creada Trisha Shandy,
Chris aportó el nombre de Trisha, porque fue el de su primera novia, y Curtis el apellido de Shandy. Sonaba sexy, incluso demasiado. A buen seguro lo había copiado de alguna de sus revistas porno. Podía ser sospechoso. Pero tensar los límites era parte del juego. ¿Cuán lejos podía llegar? Chris estaba seguro de que no demasiado, aunque su conejillo de indias era conocido como el memo de la empresa. Dado que Chris era quien mejor escribía de los tres, fue el designado para chatear. Abrieron una cuenta en Facebook, buscaron  foto de una rubia sanota pasablemente sexy, le pusieron el nombre de Trisha Shandy y le asignaron el hogar en una ciudad lejana.
Acto seguido, empezó la diversión.
Al principio, los posts eran inocentes, cotidianos, y Chris estaba convencido de que Russell se cansaría pronto. Pero un día Trisha recibió un mensaje privado de Russell que poco faltó para romperle el corazón a Chris.
“Querida Trisha, no puedes imaginar lo solo que me siento en este mundo. Sé que tanto mi familia como mis compañeros de trabajo se ríen de mí, y no tengo amigos. Soy una broma, para todo el mundo. Y no tengo ni idea de cómo cambiar esta situación. Quizá sea mi destino, sin más. Pero ahora que has aparecido tú… Te me has aproximado, por primera vez lo ha hecho alguien. Y te has convertido en una luz que ilumina mis tinieblas”.
Conocer así los pensamientos de Russell propició que Chris sintiera una gran ternura respecto a su desventurado colega. Lo expuso a Mark y Curtis, pero ellos no sintieron precisamente lo mismo.
– ¡Esto es increíble, tío!, ¿Puedes creerte que ese infeliz piense que una chica de verdad le preste atención?
Comentó Mark, riendo.
– Ya, pero tenemos que pararlo aquí. En serio.
Repuso Chris, y añadió:
– Ella puede decirle que vuelve con su ex, o algo por el estilo.
– ¿Qué estás diciendo? ¿Ahora que las cosas se están poniendo cada vez más interesantes? Además, míralo también así, es la primera vez que se ve feliz a Russell.
Chris debió aceptar esto. Desde que comenzó el experimento, Russell estaba progresivamente sociable. Preguntaba a todo el mundo por sus esposas, por la familia. Se acordaba de felicitar los cumpleaños. Había mejorado incluso en el trabajo.
– Está bien. No me gusta mucho cómo va la cosa, pero podemos prolongarla un poco. Sólo hasta ver…
Chris se interrumpió a sí mismo. ¿Hasta ver qué? Decidió no pensarlo, y continuó escribiéndose con Russell como si fuera Trisha.
Pronto, comenzó a advertir que ser Trisha estaba cambiándole también a él. Empezó a querer a Russell, de manera fraternal, como si fuese un hermano mayor dispuesto a protegerle. En cambio, Mark y Curtis cada vez se reían más. Sin embargo, cuando Russell confiaba sus penalidades a Trisha, Chris intentaba consolarle, por encima de sus compañeros.
El gran problema estribaba en que Mark y Curtis también conocían la contraseña de Trisha, por tanto Chris no podía esconderles nada. Solo  desaconsejarles que leyeran la correspondencia, o borrarla antes de que  pudieran hacerlo.
– ¿Qué hay de nuevo con nuestro conejillo de indias?,
Preguntó uno de ellos cierto día en la mesa, mientras Russell estaba en el baño.
– Bah, nada especial. Ya sabes
Contestó Chris, confiando que sus compañeros irían aburriéndose del juego. Y así comenzó a suceder, a la semana siguiente. Por tanto, Chris advirtió que era el momento de cortar. Sin embargo, algo se lo impedía. Trisha empezaba a formar parte de él. Asumir su personalidad le había aportado una nueva perspectiva en la vida, del modo más literal, mirando a través de los ojos de una chica de buen corazón, sexy y mayorcita. Y todo gracias a su infeliz compañero Russell. No le podía dejar ahora, no podía desampararle. ¿Qué sería del pobre Russell solo en el mundo, sin Trisha para consolarle?

—–

Semanas después, llamaron a Chris para una reunión, que se prolongó más de lo previsto a lo largo de la mañana. Mientras, Curtis decidió abrir un paréntesis en la tarea para echar un ojo al Chat de Trisha.
– ¡Dios, mira esto!
Exclamó, llamando a Mark a su cubículo.
Mark acudió y miró de pie, por encima del hombro de Curtis, y farfulló alucinado:
– El tío ha comprado el anillo y todo…
Curtis no podía contener las carcajadas, y apenas consiguió decir:
– ¡Ha escrito la carta de dimisión y comprado el billete de avión para ir a buscarla!
Las lágrimas de risa corrían por su cara.
En ese momento, Chris salía de la reunión. Además, temiéndose algo malo respecto a Trisha. Tenía que llegar cuanto antes, y borrar los últimos mensajes.
Pero conforme entraba en la sala que compartía con sus compañeros, vio ambos apiñados en el cubículo de Curtis. Llegaba demasiado tarde.

—–

Y justo ahora estaban los cuatro en la mesa, a la hora de comer, una hora después del descubrimiento.
Chris volvió a abrir los ojos, volviendo al presente, mientras Mark preguntaba a Russell:
– ¿Seguro que no tienes nada nuevo que contarnos, hombre? ¿Nada de nada? Creía que durante estos últimos días le habrías pedido…
Chris pisó a Mark bajo la mesa.
– Bueno… A…A…Ahora…,
Russell tartamudeaba más que nunca, nervioso por la gran noticia que debía dar.
Mark y Curtis le animaban:
– Sí… Venga… suéltalo…
El estómago de Chris se encogió de tal forma que debió levantarse e ir al baño para vomitar. Le parecía estar expulsando todo lo que había comido a lo largo de su vida.
Cuando no quedó nada dentro, se refrescó la cara, apoyó las manos sobre el lavabo y se miró en el espejo. Ya se sentía preparado para encararse con los demás.
– ¡Hey, atentos todos!
Gritó Mark, levantándose para atraer la atención de toda la gente que estaba en el comedor, mientras Chris volvía a la mesa y Russell enrojecía de la vergüenza, con el brazo de Curtis rodeándole un hombro. Añadió:
– Estamos celebrando…
– Siéntate
Le ordenó Chris.
– Pero…
– ¡Siéntate!
Por fortuna, Mark aún no había captado demasiada atención, y los pocos compañeros que le habían dirigido la vista la devolvieron a sus platos.
Mark, Curtis y Russell miraron a Chris con expectación. Éste se situó junto a la mesa, junto a Russell. Le miró, tomó aliento y le dijo, despacio y en voz baja:
– Trisha no existe.
Mark y Curtis protestaron a la vez:
Hombre, no digas eso…
Lamentó uno.
– No seas aguafiestas, ¿cómo puedes decir eso a nuestro amigo?
Agregó el otro.
– Justo cuando íbamos a celebrar su…
Empezó a añadir Mark, pero la risa le pudo, y le hizo interrumpirse.
Russell, mortalmente pálido, miró a Mark y Curtis, sentados, y a Chris, de pie. Chris advirtió una especie de relámpago de comprensión en los ojos del desdichado.
Russell se levantó despacio, con mayor dignidad de lo que Chris pudo imaginar, y susurró:
– Comprendo.
No dijo más antes de abandonar el comedor.
Chris le miró con una lástima indecible.

—–

Russell se acomodó en su cubículo, con lentitud. Menos mal que no había entregado su carta de dimisión todavía. Todavía guardaba el recibo del anillo. Y a su madre se aseguró de que podían recuperar gran parte del importe del billete.
Encendió el ordenador. Tenía bastante trabajo acumulado. No obstante, desde tres meses atrás, antes de comenzar cada jornada laboral  chateaba un rato con Trisha. Vaciló en hacerlo, pero sus dedos comenzaron a teclear, solos.

—-

Quince minutos después, Chris entraba en su cubículo de la sala que compartía con Mark, Curtis y Russell. Advirtió que Mark y Curtis estaban trabajando con concentración, indiferentes a lo que había sucedido en el comedor. Miró con disimulo hacia el cubículo de Russell y le vio trabajar, asimismo como si nada hubiera ocurrido.
Dudó en acercarse a él y decirle algo. ¿Pero qué? “Lamento lo sucedido, amigo. No estarás enfadado, supongo. ¿Tomamos una cerveza luego?”. Sería penoso.
Se sentó en su sitio y encendió el ordenador. También él tenía mucho que hacer. Pero desde hace tiempo atrás después de comer entraba en el perfil de Trisha para chatear durante un rato con Russell. Vaciló durante un rato, pero los dedos teclearon como si tuvieran vida propia.
Había un mensaje.
“¿Estás ahí, Trisha? Acaban de decirme que no existes. Lo entiendo. Y es muy triste para mí. Pero me preguntaba si de todos modos podemos escribirnos de vez en cuando. Por favor, dime que sí. Tu fiel Russell”.
Chris se quedó helado. Perdió la noción de las cosas durante unos segundos. Después comenzó a teclear:
– Sí, Russell. Estoy aquí…